El retrato de Don Rafael Herrera

El retrato de Don Rafael Herrera

DONALD GUERRERO MARTINEZ
Terminó hace pocos días el atropello perpetrado por el gobierno pepehachista de proyecto reeleccionista derrotado, de incautar y ocupar el Listín Diario. Fue una acción odiosa que queda como mancha oscura en la historia del diarismo nacional. Terminó en virtud de una decisión judicial cumplida por el procurador fiscal del Distrito Nacional, José Manuel Hernández, funcionario que tiene, también su superior jerárquico Francisco: Domínguez Brito, procurador general de la República, estampa de abogado. No de «abogado», ni de doctor en Derecho.

Con la terminación citada, ha sido recolocado en el despacho del director del periódico el retrato de Don Rafael Herrera. Lo había retirado el director Miguel Franjul cuando fue forzado, junto con otros ejecutivos del Listín, a abandonar labores y local. Devuelto el periódico a su propietario Don Ramón Báez Romano, el director Franjul fue confirmado en su cargo, también otros ejecutivos, lo mismo que el personal de apoyo de la empresa.

La decisión de retirar el retrato fue prudente y oportuna, demostrativa, además, del respeto merecido por Don Rafael.

Así, evitó el ultraje que significa hacerlo cómplice, aún con su imagen, de cualesquiera despropósitos habidos por orden del pepehachismo, cuyo Presidente, para más daño causar al país, «dañó hasta la gramática», decía Federico Henriquez Gratereaux para justificar su voto contra la reelección. A propósito, Henriquez Gratereaux es el benjamín entre los colaboradores de «HOY». Sus escritos son crédito para este periódico.

La incautación y ocupación referidas fue una acción calculada. El oficialismo pepehachista quiso beneficiarse de la influencia del centenario periódico, y para el efecto lo puso al servicio del insensato proyecto de la reelección hipolitista. Eso explica que las páginas del Listín fueran convertidas, consideradas las excepciones habidas y conocidas, en plataforma para que los corifeos de aquel régimen derramaran los inciensos de exaltaciones inexistentes y de adulaciones exageradas. Tanto fue el incienso, que no los dejó ver que «ya la pava no ponía» en el mismo nido.

Hubo gente extrañada de que un periodista de trayectoria profesional acreditada, como otros hay en su familia, aceptara dirigir un medio intervenido, que impedía, o por lo menos limitaba, el libre ejercicio. Pudo ser por compromisos políticos. Ese hombre, ex senador, es de los del Pe-erredé «de antes», el de todas las luchas por la democracia nacional. Muchos de los perredeístas «de los de antes», lo olvidaron todo para bañarse de pepehachismo. Está visible que ese comportamiento deshilachó la bandera del jacho.

Frank Marino Hernández, el primero designado, pero inconsultamente, para dirigir el Listín Diario de aquellos días en la situación sabida, la rechazó. «No vendo mis ideas», dijo. Es lo más parecido a lo expresado por una canciller del gobierno español de José María Aznar: «los principios no se mercadean». La de Frank Marino fue la postura digna de un hombre independiente.

Desaparecido, Don Rafael merece tanto respeto como el que la sociedad le ofrendó en vida. Hombre imperfecto como todos. No tuvo, ningún periodista la tendrá jamás, la simpatía de todos, porque no complació a todos, ni podía hacerlo. Cada lector quisiera dirigir el medio, o por lo menos verlo elaborado conforme a sus intereses. Es una faceta ingrata del periodismo, pero inevitable. La moderación de Don Rafael y su vocación conciliatoria están patentes en la frase que insertaba frecuentemente el periódico: «Piense en los demás. «Es inolvidable su frase «el hombre que se respeta a sí mismo tiene por compañera la soledad».

Se que me contó entre sus amigos. Recuerdo a Don Rafael con cariño y gratitud.

 

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