El riesgo conceptual

El riesgo conceptual

JOSÉ MANUEL GUZMÁN IBARRA
Los economistas hablan de riesgos sistémicos, de riesgo país y de tipo de cambio. Riesgo es para los economistas toda aquella variable que tenga el potencial de dañar la estabilidad macroeconómica. Las variables no tangibles como las que están en la cultura o la religión suelen estar ausentes de la literatura económica a la hora de estudiar los riesgos. Sin embargo, es claro que hay riesgos que no son inherentes a los mercados y que tienen que ver con el entramado social.

En ese sentido hace años que pienso en la posible relación que habría entre el lenguaje y el conocimiento y entre éste y el desarrollo económico.

Hay economías que se han alcanzado su desarrollo por la fuerza laboral o las riquezas naturales; pero hay un elemento común en la mayoría de los países desarrollados: la presencia continua de una élite de pensadores y científicos que han aportado ideas claras a la sociedad, es decir, han permeado las creencias del ciudadano promedio haciendo que un país cuente con un mínimo común de conceptos que se manifiesta en todos los ámbitos, incluso en el desarrollo económico. ¿Cómo puede el economista tratar de medir el clima en el que ocurre el fenómeno económico?

En el trabajo «Fact-Free learnig» (Aragones, Gilboa, 2005) sus autores advierten que para entender el entorno social se requiere acumular (habla de recolección de datos para fines econométricos) información y encontrar patrones en esa información. Ellos advierten que para el economista es difícil relacionar esas variables y sugieren algo aún más interesante: es posible pensar que también para el ciudadano lo es.

Si dejamos el rigor de la metodología a la que se refieren los autores citados, para centrarnos en el ciudadano mismo, podríamos plantear que en el esfuerzo por decidir cuáles son los conceptos y las ideas que forman el clima social y económico tienen un serio riesgo, que podemos llamar el riesgo conceptual. Planteado en simple, los pueblos pueden equivocarse al poner en orden sus creencias, afectando su desarrollo económico debido a malas decisiones.

Creo, como Platón, que el conocimiento es ese sub-conjunto en el que lo verdadero se encuentra con el conjunto de las creencias. De lo que se deduce que muchas verdades no forman parte de nuestro conocimiento; pero también que muchas creencias no caen dentro del conjunto de las verdades.

Según Amartya Sen, el desarrollo es la expansión de las capacidades y esas capacidades encuentran su máximo potencial en libertad, donde el ciudadano puede elegir entre distintas formas de pensar. Es evidente que en países con poca libertad de expresión las posibilidades de desarrollo son menores. La pregunta clave sería ¿Qué sucede con la calidad de las ideas?

En nuestro país hay total libertad de expresión. El país puede validar creencias y hacerlas conocimiento y con ello fomentar el desarrollo. Al observar el debate nacional nos damos cuenta que el riesgo conceptual no es por falta de opciones sino por la calidad de las ideas que algunos esgrimen y la poca capacidad que tiene nuestra sociedad para establecer el valor de verdad de esas ideas. Hay que advertir que no nos referimos a un grupo social específico o poco ilustrado sino al conjunto social.

Sin embargo, me parece que los que tienen rol de liderazgo en el tejido social tienen una especial responsabilidad en fomentar el riesgo conceptual. La separación de esos líderes, empresariales, políticos, de opinión, de la sociedad civil con las creencias vigentes en la sociedad y su incapacidad para modificar esas creencias explican en alguna medida que los cincuenta años de crecimiento económico no hayan significado desarrollo económico. No conocemos el país y parece que no queremos conocerlo. Eso explica el particular riesgo conceptual al que nos enfrentamos.

Un riesgo que se incrementa con los que pregonan el cambio sin entender el entramado social. Un riesgo que se profundiza con aquellos que diagnostican en el partidismo y la política los males sociales. Un riesgo que existe porque valoramos lo social con nuestros propios prejuicios o con el prisma moral antes de entenderlo. Un riesgo, finalmente, que se incrementa con los que pregonan un cambio que todavía no están listos para ofrecer.

En nuestra historia ha habido aciertos pero también yerros. Creo no tener que demostrar, en vista del pasado reciente, lo que significa equivocarnos. Nunca como en el período 2000-2004 el haber obviado el riesgo conceptual y sus efectos en la economía tuvo graves y duraderas consecuencias. No debe volver a ocurrir.

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