El riesgo de una elección

El riesgo de una elección

Nadie alcanza la presidencia del país sin poseer condiciones especiales para el desempeño. Aunque en el devenir de nuestra historia, una cantidad de hombres desempeñaron la primera magistratura sin exhibir prendas excepcionales, con el paso del tiempo, tanto los requerimientos de la ciudadanía como los perfiles elementales incrementan la tesis de que todos pueden aspirar, pero cualquiera no puede ser.
Construir mayorías no es tarea fácil, y contrario a la argumentación generalizada de los cuestionadores del modelo partidario, puede que en el orden municipal y congresual existan exponentes que degradan la clase política. No obstante, hacia lo presidencial y edificación de un verdadero liderazgo se requieren herramientas fundamentales. Y en la actualidad, resulta inviable la estructuración de proyectos exitosos sin exhibir calidades y competencias para el decoroso desempeño de espacios políticos e institucionales.
Danilo Medina corre el riesgo de ser incorporado al reiterado comportamiento del político que en nombre de la astucia maniobrera aborta el sentido de la lógica para obtener resultados. De actuar así, en lo inmediato conquista sus metas. Eso sí, el juicio de la historia tiende a condenarlo. Apuesto a que la raíz que deja en un hombre público que como él, es el resultado del aparato partidario y largas horas de labor en el del ajetreo organizacional, mantenga un olfato e instinto que provoquen un sentido de racionalidad para que el carácter insaciable de los llamados a sustituirle no transformen agendas futuras en errores garrafales del presente. Por eso, es importante su rol a la hora de elegir a los miembros de TSE, JCE y CC.
Una parte importante de la población tiene los ojos puestos sobre el mecanismo de elección del Tribunal Superior Electoral, la Junta Central Electoral y Cámara de Cuentas. Ahora, será materia del Presidente procurar un consenso alrededor de los perfiles necesarios, equilibrio profesional y sentido de compromiso cívico de los hombres y mujeres llamados a devolverle a la nación la dosis de confianza que sepulte el fatal episodio de reparto vulgar que caracterizó el acuerdo del año 2010.
Lo dramático de elegir gente diestra para un desempeño efectivo tiene por delante el tradicional impacto exhibido por los partidos con mayorías que, casi siempre, confunden los porcentajes obtenidos en los procesos electorales y mal entienden esas cuantías transformándolas en licencias para edificar la suerte institucional de la nación a la medida de políticos que confunden concertación con reparto. Así pierde el país, aunque ganen ellos.
Actualmente, nadie pone en dudas que las pujas intra-partidarias del PLD se reflejan en todo el proceso institucional. Con la agravante de la vocación por las migajas que desarrolla un sector del PRD, disminuido en la estima pública por expresar en su conducta política un denodado afán en obtener billetes premiados en una lotería donde nunca abunda la transparencia ni vocación de servicio. Además, de los proyectos secundarios dentro del sector oficial deseosos de posicionarse para el evento del 2020, y en ese orden, pretenden hacer avanzar a los “suyos” en aspiraciones entendibles donde, de nuevo, pierda la ciudadanía y obtengan el triunfo las maniobras truculentas y el obsoleto estilo de hacer politiquería.
Con posterioridad al 16 de agosto, el reclamo institucional esencial estará orientado alrededor de los seleccionados para el TSE, JCE y CC. Representa una oportunidad de oro para que el oficialismo exprese su vocación por los equilibrios democráticos en el marco de una victoria electoral que si no es bien entendida podría constituir la materia prima de reclamos sociales que perturbarían el desempeño gubernamental. Y no es chantaje, porque sé distinguir entre los que apuestan al avance del país y los obstructores de siempre.

Afortunadamente, no estoy en la grada oficial. Por eso, apelo al espíritu de cuestionamiento constructivo comprometido a impulsar una institucionalidad beneficiosa para todos. Ya que el país no aguanta tantos repartos indecentes!

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