El robo al Estado como herencia cultural

El robo al Estado como herencia cultural

Si en algún lugar la propiedad privada es producto de un robo, es en nuestra isla, la cual estaba social y políticamente organizada en cinco cacicazgos. Desde su inicio el Estado Dominicano fue creado para satisfacer los objetivos y propósitos de la potencia colonizadora. La mayor parte de la riqueza generada se enviaba a España y aun lo que sobraba, era de tarde en tarde botín para piratas ingleses, holandeses y de otras naciones.

Nunca la organización institucional que llamamos Estado, fue para representar y beneficiar a criollos, mulatos, indios y africanos. El Estado como organización daba beneficios también a sus administradores, los gobernadores y cónsules de las metrópolis. El resto recibía una paga exigua y cicatera, a veces solo lo suficiente para que no perecieran de hambre.

El robo al Estado fue, pues, desde el principio un mecanismo primordial de supervivencia, de adaptación de la conducta, como se dice en sociología; diríase que también era una manera de auto consolación, y de redistribución del ingreso, como se diría en el futuro.

Vistas las necesidades de la población local, el nuestro siempre ha sido un Estado ilegítimo, fallido como representador y coordinador de intereses sectoriales.

La “revolución de los expectativas” por el “marketing” y los medios, ha hecho que la gente común participe (con los ojos) en la sociedad, es decir viendo por la ventana electrónica del televisor o de la computadora cómo viven los que tienen con qué vivir.

Se le vende a la pobre gente la idea de que con las ofertas y rebajas, todos tenemos acceso a todo.

No es por casualidad que el consumismo se ha vuelto una de las religiones del presente y que los “malls” compitan los domingos con los templos y las catedrales.

Comunistas nihilistas aconsejaron a los pobres que la honradez no llevaba al cielo, sino a la miseria y a la opresión. Y eso lo aprendió y lo practicó la clase media. Políticos y negociantes han contribuido a que los valores morales y religiosos no soporten la presión consumista y hasta los más inocentes y cándidos se la buscan para acceder al mercado.

Consecuentemente, el brote de conducta desviada (delictiva y criminal) se hace tal, que el diseño y concepto original de los sistemas de redistribución del ingreso que nunca sirvió de mucho, y el aparato de educación y represión del Estado (educación y policía), lejos de satisfacer la necesidad de orden y contención de la delincuencia, en buena medida se han sumado a la fiesta, pues ellos también tienen alma de carnaval.

Ahora la coronación del desorden moral viene con enhestamiento de bandera. Los liberales del sexo de los EUA tienen el propósito de acabarnos de liberar a todos los dominicanos.

Por eso Bahía de las Águilas no provocó vergüenza ni rubor a los funcionarios, abogados y “propietarios” de los terrenos fraudulentamente adquiridos. La inmoralidad está en la cultura, “en la sangre”. ¿Qué sería de este país si no fuera porque gran parte de esta población sabe que Dios es real?

 

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