El rol de la familia en recuperación enfermo mental es fundamental

El rol de la familia en recuperación enfermo mental es fundamental

Con la enfermedad mental sobreviene una catástrofe en la vida del paciente y de su familia, agobiada por la enorme carga psicológica, emocional y económica, al enfrentar cada día el desafío de cuidarlo, de vivir en permanente zozobra por el estado de vulnerabilidad que generan esas patologías.

En cualquier momento puede surgir una crisis, aparecer los síntomas, incrementados y acompañados de un comportamiento violento, agravando el malestar del ambiente familiar, tensado además por la discriminación social.

La situación es terrible, insostenible en los hogares más pobres, la gente ve sólo el iceberg, lo que está a la flor, la persona que sale a la calle, advierte el doctor José Mieses Michel, presidente de la Fundación en Apoyo a las Personas con Enfermedad Mental (Fundapem). Es peor si falta el medicamento, si no tienen adónde acudir, pues la red pública de salud mental carece de servicios disponibles 24 horas diarias.

Conforme a sus conocimientos y vivencias con estas familias, se trata de un grupo vulnerable que por la intensidad de su sufrimiento es más propenso a padecer trastornos y problemas psicosociales.

Y como tal agrega el psiquiatra merece priorizarlo y recibir servicios de salud mental diseñados para dar respuesta a sus necesidades, mediante programas de psicoeducación con intervenciones basadas en la evidencia científica, que hagan contrapeso a prejuicios y falsas creencias sobre estas patologías.

La familia necesita educación, un entrenamiento en habilidades para poder afrontar los desafíos del comportamiento generado por las ideas delirantes y obsesivas procedentes de ese cerebro enfermo. Constantes críticas y rechazo empeoran la evolución de la enfermedad y sufren más recaídas y hospitalizaciones. Nocivo es también el excesivo control.

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Sin embargo, ciertas condiciones especiales en un enfermo mental exigen una mayor atención del familiar, casi una sobrevigilancia. Por ejemplo, en personas con esquizofrenia aparecen intentos de suicidio en un 30%, y la consumación del acto un 10%. Un solo momento de descuido puede ser fatal.

Con frecuencia, en casi el 50% de los casos, la situación se complica con la adicción a sustancias tóxicas: un desafío más, informa Mieses Michel. Sus parientes sienten una enorme carga. El enfermo absorbe la atención al punto que el cuidador, generalmente la madre, si es un hijo, una hija, vive sobrecargada por la dependencia que entre ellos se establece.

El estado de pobreza indujo a Fundapem a solicitar hace un año pensiones solidarias para un padre y seis madres envejecientes que cuidan a un hijo e hija con discapacidad psicosocial. A cuatro madres las pensionaron con RD$6,000 mensuales. Posteriormente, planteó al Consejo Nacional de la Persona Envejeciente considerar grupo prioritario a envejecientes que cuidan un hijo o hija con enfermedad mental grave.

Fuertes tensiones

Desde la aparición de los primeros síntomas en el pariente, el hogar vive en permanente estrés y tensión, Tienden a padecer ansiedad, depresión, surgen sentimientos de culpa, acusaciones, reproches. Experimentan desconcierto, incertidumbre. Las relaciones de pareja y familiares se vuelven conflictivas.

Estos pacientes tienen conciencia de su condición, niegan estar enfermos y rehúyen el tratamiento, haciendo más difícil lidiar con ellos. Se vuelven solitarios, incapaces de mantener la atención, coordinar ideas, conversar.

Con poca o ninguna orientación, existen familias que los encierran como último recurso para evitar que moleste a los vecinos o deambule, por temor a que sea víctima de un accidente o desaparezca, como ha sucedido. Algunas se avergüenzan de tenerlo en su seno, lo que induce a aislarlo y aislarse ella socialmente.

Hay parientes que reaccionan con agresividad por falta de entrenamiento para un manejo correcto. Le contradicen, enfrentan sus delirios o hacen comentarios mordaces sobre su comportamiento. Otros sienten pánico, un rechazo visceral y se desentienden del enfermo.

Comportamientos propios de la enfermedad: salir en ropa interior o desnudo, regar la basura del zafacón, originan quejas, deterioran sus relaciones con el vecindario. Cuando no pueden más, se rinden, lo aíslan o sale a deambular. En la calle sufre rechazo, insultos, han sido víctimas de abuso físico y sexual.

Miedo y angustia

En el manejo del paciente ayuda a la familia conocer el origen de las enfermedades mentales, causadas por factores bio lógicos, psicológicos y sociales que se combinan, indica Mieses Michel, y prosigue: Al aparecer los primeros síntomas en uno de sus miembros, la familia se llena de miedo y angustia. Desgarra el desconcierto de una madre, un padre, cuando de repente un hijo se queda siempre en cama, abandona los estudios o el trabajo, sale con extravagancias: que prepara viaje hacia una galaxia, una misión que Dios le encomendó, que atentan contra su vida. Esto perturba profundamente a la familia, enfrentada a una nueva y desafiante situación para la que no está preparada ni comprende.

Ese miedo se acompaña del mecanismo psicológico de defensa llamado negación. Para aliviar la angustia que genera la amenaza de una enfermedad agravada por el estigma y discriminación, induce inconscientemente a la familia a elaborar las más diversas hipótesis en busca de causas que expliquen el cambio conductual del pariente: que si dejadez, influencias espirituales negativas, ruptura de una relación amorosa. Esa negación, que a principios alivia la tensión es dañina, altera la realidad y retar- da la búsqueda de ayuda profesional especializada.

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