El contrapeso en una sociedad se da cuando hay muchos ojos vigilando para que las cosas se hagan bien.
En este sentido, los medios de comunicación en el país han venido realizando una labor encomiable.
Contra viento y marea han tenido la valentía de difundir, exponer, denunciar y revelar hechos y situaciones bastantes lamentables, bochornosas y dañinas.
La historia del periodismo en esta sociedad da cuenta de comunicadores que fueron ultrajados, perseguidos, apresados y, hasta malogrados por cumplir con su deber de difundir al pueblo casos que afectaban la imagen de un gobierno, de algún jerarca poderoso o de un sector de influencia.
A pesar de encontrarnos en un contexto que para algunos es caracterizado por los principios de la democracia, esta labor se realiza todavía en un ambiente muy complejo.
En otro tiempo lo que imperaba era el temor en el pueblo.
Nadie se atrevía a denunciar nada ni hacer nada porque era segura la represalia.
Pero contrario a eso, hoy tenemos otro fenómeno: la indiferencia.
Los grandes sectores que componen las fuerzas vivas del país han bajado la guardia en cuanto a la vigilancia y al reclamo de derechos y de transparencia.
Los sindicatos, los empresarios, las iglesias, las asociaciones, los pensadores, entre otros tantos, no están haciendo incidencia.
Conocemos algunas de las razones de este comportamiento.
Y esto está dando una gran ventaja a los corruptos, a los violadores de las normas, a los engañadores, a los estafadores, a los narcotraficantes, a los sicarios y a los depredadores del Estado y del patrimonio nacional.
Debemos abogar y pedir al Todopoderoso, que esta sociedad no vea perder la insistencia de esos medios y comunicadores que de manera testaruda día a día desnudan males y exigen justicia.