El rol de una Primera Dama

El rol de una Primera Dama

 JOSÉ LOIS MALKUN
Asumí importantes funciones en el período de Gobierno del doctor Salvador Jorge Blanco, ocupando el cargo de Secretario Ejecutivo del Consejo Nacional de Agricultura, con rango de Subsecretario de Estado.  En dicho cargo (designado por Decreto), yo respondía directamente al Presidente de la República, quien era a su vez el presidente del Consejo, lo que hizo posible que este mecanismo operará con un alto poder de decisión. Llegué a esa posición por recomendación de Don Luís Crouch, empresario e intelectual muy respetable, que es amigo personal del Presidente y de su esposa. Yo trabajaba en la empresa de su propiedad (INASCA), como Gerente de Mercadeo y había sido Subsecretario de Agricultura años antes. Quincenalmente, preparaba la agenda del Consejo y se la enviaba al Presidente. En ocasiones asistía al Palacio Nacional donde el Presidente personalmente me hablaba del tema.

En esas visitas casi siempre me encontraba con Doña Asela Mera de Jorge, circunspecta, elegante, y con la formalidad de toda una Primera Dama. Me grabé esa imagen de ella desde el primer momento en que la ví, porque antes de eso no la conocía personalmente. Su nombre se mencionaba desde la revolución de abril de 1965 y con frecuencia su figura prevalecía en eventos políticos y sociales de su ciudad natal. Su rol, aunque extremadamente influyente en el Gobierno de su esposo, siempre fue manejado con estilo, moderación e inteligencia.

A las reuniones del Consejo asistía el gabinete agropecuario y económico del Gobierno, representantes de entidades financieras, directivos de las organizaciones de productores y los dirigentes del sector agroempresarial, que significaba en esa época lo que es hoy el CONEP.

Durante ese período, este Consejo funcionó como si fuera un Consejo Nacional de Desarrollo ya que era el centro de atención de todos los sectores vinculados a la producción, los servicios y la macroeconomía, porque con frecuencia se analizaba el impacto fiscal, financiero o cambiario de una u otra medida que favoreciera al sector agropecuario.

Casi siempre Doña Asela acompañaba al Presidente a las reuniones del Consejo donde me correspondía llevar la agenda de trabajo, informar sobre la implementación de los acuerdos anteriores y controlar las participaciones de los invitados, que por lo regular, sobrepasaban las 200 personas. La presencia de la Primera Dama en esas reuniones era notable y se dejaba sentir en el ambiente. Su poderosa influencia con el Presidente era conocida por todos y nadie dudaba de que ella comprendía los problemas que se trataban, sin importar su complejidad.

Mi tarea no era nada fácil porque en realidad y no tenía una relación de amistad personal con el Presidente ni con su esposa, ni la confianza necesaria para sentirme relajado y hasta secretearle cosas al oído. Para eso estaba el Secretario de Agricultura, a quien trataba de no opacar, para evitar celos y chismes baratos.

Fue un período de grandes logros en la agropecuaria, opacados por la crisis política y económica que sacudieron al país en ese período. Y aunque el doctor Jorge Blanco cargó en sus hombros la responsabilidad de esa crisis, sus orígenes se remontaban a los doce años del desgobierno de Joaquín Balaguer, porque ya en el 1977 el país era un puro caos, con una dictadura disfrazada de democracia. Pero fue precisamente esa crisis lo que llevó de nuevo a Balaguer al poder en 1986. Así somos.

Salí del cargo en 1985, un año antes de que concluyera la Presidencia del doctor Jorge Blanco y pasé a ocupar la Administración General de INASCA, hasta abandonar el país en 1999. Al regresar, una década después, me encontré con la agradable sorpresa de que un hijo de esa pareja presidencial era ya un joven abogado con gran potencial político.

El presidente Mejía nombró a Orlando Jorge Mera como director de INDOTEL, donde hizo una encomiable labor. Posteriormente fue designado secretario general del PRD. Cada vez que me toca reunirme con este talentoso joven político, no puedo evitar compararlo con su madre. Siempre formal, moderado y respetuoso, pero con una visión renovada del futuro. Es un legado virtuoso a la sociedad dominicana de doña Asela Mera de Jorge (EPD) y del doctor Salvador Jorge Blanco.

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