El Rosario refleja el fervor de los creyentes católicos

El Rosario refleja el  fervor de los creyentes católicos

Rosario. Imagen de referencia.

La devoción al Santo Rosario ha sido tan arraigada en el pueblo católico dominicano que, motivado por esa veneración, el Ayuntamiento del Distrito Nacional bautizó con el nombre de Rosario una calle de Santo Domingo.

Ese fervor data de siglos. Manuel de Jesús Galván lo recrea en protagonistas de su novela “Enriquillo”, ambientada en la época de tainos y conquistadores españoles.

El rezo se incrementó a partir de 1965 cuando el sacerdote irlandés-norteamericano Patrick Peyton estuvo promoviéndolo en el país durante 40 días.

El padre Patrick Peyton en el país, promoviendo ardoroso el rezo del Rosario.

Su lema era “Familia que reza unida permanece unida” y él recorrió campos, ciudades, barrios, aldeas, ofreciendo conferencias sobre las infinitas gracias concedidas por la Madre de Cristo a quienes observan esta práctica. Obsequió medallas y más de mil 500 rosarios en la capital. Lo mismo hizo en los pueblos. Su visita coincidió con la celebración del Congreso Mariano.

La cruzada de Peyton fue universal. El último año de sus estudios sacerdotales enfermó de tuberculosis, y se recuperó de forma supuestamente milagrosa, atribuyendo su curación a la intercesión de la virgen.

Tradición dominicana

Los personajes de Galván rezaban el Rosario por las noches, reunidos en sus hogares o en una ermita ante la imagen de la virgen. El autor afirma que la costumbre estaba “rigurosamente establecida”. La tradición aparece también en “El Montero”, de Pedro Francisco Bonó. Cita el Ave María como saludo en boca de una señora, “y estas palabras imprimieron silencio a sus interlocutores, quienes entrando también rezaron el Ave María llevado por la sonora voz del amo de casa”. Esta plegaria mariana es recordada por la laureada escritora Julia Álvarez que al reseñar una peregrinación a Higüey de las hermanas Mirabal y su madre, las evoca rezando el rosario en su libro “El tiempo de las mariposas”.
“Más tarde, en la cama que compartíamos, le recé el rosario a la Virgencita con mamá”, relataría Patria.
María Teresa empezaba y Patria respondía: Santa María, Madre de Dios…”, refiere Álvarez.

Rafael Valera Benítez, quien estuvo preso durante la dictadura de Trujillo y fue obligado a escribir “El complot develado”, narra que el seminarista Luis Ramón González Peña, Papilín, “logró, en las interminables galerías de solitarias de La Victoria hacer rezar el rosario, tarde por tarde, a centenares de presos que allí nos hacinábamos. En el crepúsculo, aquel coro de voces y aquella voz solista destacaban una nota fantasmal y solemne en medio de la lúgubre acústica del sitio. Propagó como un símbolo de resistencia el crucifijo y nos instó a que nos hiciéramos enviar crucifijos de nuestros familiares. Todo el mundo llegó a tener crucifijos…”.

Muchos dominicanos no sólo rezan el Rosario, sino que lo usan en el cuello o en bolsos y bolsillos. En sus memorias, “Palabra, canto y testimonio”, Fernando Casado cuenta que cuando las plantas de transmisión de Radio Santo Domingo fueron bombardeadas y los locutores constitucionalistas debieron ocultarse, al reconocido dramaturgo Franklin Domínguez se le perdió su cartera, que alguien devolvió después, cuando estos se instalaron en el edificio Copello.

Contenía su pasaporte, 200 dólares y la grabación del Santo Rosario “que, como destello milagroso, sobrevivió a aquella catastrófica explosión y al incendio”. Para que el mayor número de criollos participara de esta devoción, durante años se transmitió el rezo por La Voz Dominicana, a las 5:00 P.M. llevado por religiosas Mercedarias, reuniendo a las familias alrededor de sus radios.

El origen del Rosario se remonta “probablemente” al siglo X. No era el que se reza en la actualidad y no se generalizó hasta mediados del siglo XIII, se consigna en “El Rosario, La oración mariana por excelencia”, de las monjas dominicas. La palabra significa “corona de rosas”.

Se dice que la Virgen con tres ángeles se apareció a Santo Domingo de Guzmán, que sufría mucho por la gravedad de los pecados de la gente, y le dijo que la mejor arma para convertir a las almas duras era “el rezo de su salterio”.

El santo fue el primero y mayor difusor del Santo Rosario. Murió en 1221, después de hacer popular ese culto.

La calle

Calle Rosario en la Urbanización Real.

Moradores de la Urbanización Real solicitaron al Ayuntamiento del Distrito Nacional que una calle ubicada “entre las prolongaciones de las avenidas Bolívar y Sarasota” fuese designada con el nombre de Rosario, “a manera de homenaje y cristiana evocación del Santísimo Rosario de la Virgen María, madre de Nuestro Señor Jesucristo”, petición que fue complacida el 19 de junio de 1973.