El rostro de un novelista

El rostro de un novelista

KATE THOMPSON
La literatura es imagen, contar la acción de la mejor manera sin caer en las descripciones aburridas. Esta reflexión es una pincelada didáctica del escritor Uruguayo Mario Levrero, novelista y cuentista extraordinario. Y este estilo nos seduce en la novela «Contigo voy a la gloria» con su gravitación fascinante desde el inicio: «Trocitos de hielo atravesaban el añejo color que se esfumaba dentro del frío iracundo de la noche», nos dice para ubicarnos en la prosperidad ambiental del Caribe.

Hace seis semanas que recibí una copia cibernética de esta gran novela que se publicará el próximo miércoles 16 de este mes. Su autor, Adriano Sánchez Roa, empezó siendo un enamorado de la literatura allá en los años que estaba en el colegio salesiano. Era común verlo en medio de una cátedra de química o biología, con un libro de Asturias, Gallegos, García Márquez, Vargas Llosa, Neruda, García Lorca, Bécquer y Calderón de la Barca.

Ahorita se destapa con episodios de amor y asedios, entre erotismo, aventuras e ingratitudes, que terminan siendo la síntesis de la ilusión caribeña de 510 años por zapar a una modernidad pisoteada en los escenarios políticos, pero alcanzados en las conquistas de amor de unos habitantes de un pueblo imberbe, sin malicias ni temores a las guerras petroleras.

La narración me atrapó de tal manera que los testimonios y el encanto de la prosa me hizo creer, por momentos, estar en la trama misma de la novela.

La profundidad de los ensueños fluyó con su nostalgia y la credibilidad del relato azonzó mi mente descalza.

Porque el autor, en su época de estudiante nos deleita en los escenarios eclesiales con su producción y oratoria poética. Creó cuentos y editaba un periódico debajo de las sotanas; ahí arrancó con las letras y las luchas. Es un escritor que se desarrolló entre los ensayos socioeconómicos y la producción poética, pero que en los últimos años se ha inclinado a la novela con «la madurez de las viviendas», manifestó en una ocasión.

Nace en Elías Piña, una provincia dominicana que hace frontera con Haití, graduado de agronomía, izquierdista y gremialista, que pasa a formar parte en el 1993 del gobierno reformista social cristiano del doctor Joaquín Balaguer, pero poco tiempo después acontecimientos políticos echan del poder a ese partido mediante una reforma constitucional; Sánchez Roa pasa a ser diputado y luego se ve obligado al auto exilio, por acusaciones y persecuciones del gobierno sucesor, a quien había ayudado.

Esta novela con la que se destapa, al decir de lectores, críticos y escritores que como yo han disfrutado de una muestra adelantada, tiene gran valor literario.

«Contigo voy a la gloria» es una ficción que empieza con los esfuerzos europeos por el oro caribeño, involucrando a un barcelonés y un belgano cuyos descendientes se enamoran locamente, por encima de criterios sociales establecidos y posiciones políticas enfrentadas de ambas familias.

El amor y la ideología se debaten entre la modernidad de los enamorados y las tradiciones de sus ancestros.

Sus escritos abarcan poesías que la auto valoran como expresiones de los avatares del tiempo: «En tiempos caracoles», «El amor en el rocío de la noche»; ensayos técnicos, como «Los dueños del café», «FMI, agricultura y oobreza», «Campesinos, crisis agropecuaria e inflación», en defensa de las mayorías de su país.

Sin embargo, el hombre ha madurado y comprendido; por eso se ha dedicado por entero a la ficción, la que ya han calificado dentro del realismo mágico: «Los Amores Inmortales» fue una buena muestra y la novela que tiene calientita para el lector es la maximización de producción literaria. Todos sus libros tienen raíces populares y el cuidado de la lengua.

«Contigo voy a la gloria» está bien pulida. Su lenguaje es entendible en cualquier país o región donde se hable español. Los destinos y la esperanza van paralelos sin saber el lector cuál se impondrá finalmente. Hay que leerla y disfrutarla. Búsquenla…

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