El sabor tropical del isleño caribeño

El sabor tropical del isleño caribeño

La región caribeña es, como ya muchos lo han dicho, un crisol de las razas humanas que se han confundido en la misma por muchos siglos, dándole e imprimiéndole un sabor muy especial al carácter de sus habitantes. Ellos están repartidos en las decenas de islas que forman un archipiélago muy singular que la Naturaleza se ha encargado de aportar las bellezas más espectaculares. Así se han convertido en centro de atracción para los habitantes y sus visitantes.
Las aguas y cielos del mar Caribe están muy pobladas siendo transitadas por cientos de naves aéreas y marítimas para transportar entre las islas a miles de turistas. Ellos vienen de los territorios continentales de América y Europa encontrando en la región un esparcimiento, descanso y disfrute que en sus países súper desarrollados no tienen. Además aquí se topan con la hospitalidad de los isleños, que con sus culturas tan variadas e idiomas por igual forjan un panorama inigualable de la armonía de las razas, alimentaciones y de la hospitalidad. La naturaleza se ha encargado de dotar a casi todas de las playas de las islas de arena blanca con el agua del mar color turquesa enmarcada por una foresta con su verde esplendoroso y de lujuriante atracción. Y en donde no existía esa foresta los inversionistas en sus resorts la han añadido con dedicado detalle de armonizar el espacio dedicado al descanso y disfrute de los visitantes.
El mar Caribe es el receptáculo de razas que llegadas de todas partes del mundo, principalmente de Europa y de África, decidieron asentarse en las cientos de islas que conforman el archipiélago. Las convirtieron con sus descendientes en un crisol de razas muy individualizadas y poseedores de valores culturales inmutables y sólidos para evitar en el siglo XXI intromisiones perturbadoras y desconocedoras de las raíces caribeñas.
El siglo XVI marcó el inicio del contacto con la civilización europea que llegó para perturbar todo lo autóctono. Fue eliminar lo que existía con el exterminio de las razas aborígenes encontradas en la mayoría de las islas. Pero al mismo tiempo se mezclaba con otras razas traídas desde África en condiciones infrahumanas que la mayoría morían en el cruce del Atlántico. Era con el fin de ir reemplazando la raza aborigen caribeña que había sido diezmada por las hordas europeas empeñadas en arrancarles a la islas y territorio firme del continente sus riquezas. Al día de hoy apenas quedan escasos enclaves originales de lo que existía en las islas antes de octubre de 1492. Las costas caribeñas norteñas de Venezuela y Colombia exhiben con orgullo esa herencia caribeña de la mezcla de las razas importadas de África y de Europa con la autóctona del continente. La fisonomía de las islas caribeñas se modificó con la distribución por todas las islas de la nueva población que se traía de África. Era para colocar la mano de obra que ya los aborígenes casi eliminados no podían aportar para producir la riqueza que buscaban los europeos.
Y en un crisol insular de grandes dimensiones se mezclaron las razas. Ahora es un fuerte segmento poblacional con tantas creencias y costumbres para dar lugar a etnias de gran colorido, comportamiento y ambiciones diversas.
La región caribeña es una mezcla heterogénea para darle el sabor actual que con tanto gracejo expuso Mario Vargas Llosa al recibir el pasado día 19 de septiembre el premio Pedro Henríquez Ureña en la finalizada Feria del Libro que se celebró en Santo Domingo. Al decir que si éramos locos fue para condensar la conducta dominicana, que tiene sus orígenes en la condescendencia innata destinadas a agradar a los forasteros, aun cuando estos en algún momento nos hayan ofendido. Y tal es la razón del éxito del turismo dominicano que se ha consolidado en la región como un imán que atrae cada vez a más visitantes.
Islas independientes e islas colonias armonizan en un caleidoscopio de colores en sus banderas definiendo el espíritu de los isleños. Una de sus características comunes es la hospitalidad y la buena disposición de agradar a los visitantes. Esto se manifiesta en abundancia en todas las islas que han hecho del turismo su principal actividad económica. Es un desafío para los dominicanos que a veces pensamos que no somos isleños sino parte de un continente. Sin embargo ya hemos hecho del turismo la actividad insignia para el desarrollo manifestándose en el arraigo de los seis millones de turistas que llegarán este año al país.

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