El sacrificio del Papa Benedicto XVI

El sacrificio del Papa Benedicto XVI

La renuncia voluntaria del Papa Benedicto XVI a continuar gobernando “la barca de San Pedro y anunciar el evangelio” -como él mismo dijo -, representa un acontecimiento inusual en la historia eclesiástica. Contiene  un sacrificio personal de orden superior, el abandono del poder terrenal, pero expone las luchas y debilidades intrínsecas de la Iglesia Católica, llamada a ser luz para sus  millones de feligreses dentro de un mundo en expansiva secularización.

A pesar de que en su comunicado del lunes el Pontífice dimisionario argumentó “la edad avanzada” –cumplirá 86 años en abril- y su carencia “de fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino”, las causas parecen otras. Llegó a esa certeza después de haber examinado ante Dios reiteradamente su conciencia.

Esta ultima parte es importante, pues constituye la reiteración de que la teocracia pontificia se sustenta en el origen divino del poder. San Pablo le dio origen y sustancia en su Epístola a Los Romanos, al decir: “No hay potestad que no provenga de Dios”, afirmación desarrollada y completada en la Edad Media por los padres y doctores de la iglesia, y posteriormente por pensadores y teólogos católicos, incluyendo al propio Cardenal Joseph Ratzinger, Benedicto XVI.  Pero la sustancia de su abdicación aparecen plasmadas en la homilía del pasado Miércoles de Ceniza, cuando condenó el divisionismo dentro de la iglesia, la hipocresía religiosa y a los que buscan aplausos y aprobación; muestra de las debilidades intrínsecas de un catolicismo que enfrenta internamente retos tan complicados como la pedofilia curial, la lucha de poder y el celibato; y, externamente, el secularismo europeo,  la cultura de la muerte (aborto, matrimonio homosexual, divorcio, eutanasia), la expansión del Islam y el protestantismo.

Tras este sacrificio, el próximo Papa será manifiesta inspiración del Espíritu Santo.

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