El 22 de este mes se cumplieron 46 años de fusilamiento del doctor Manuel Aurelio Tavárez Justo (Manolo), cuando con sus compañeros de aventura guerrillera irracional, descendían de Las Manaclas, próximo a San José de las Matas, provincia Santiago, desarmados, rendidos, extenuados, a entregarse a las fuerzas regulares del Ejército.
Manolo, sus compañeros de lucha política y enfebrecidos del foquismo guerrillero, contagio próximo en tiempo y distancia de la entonces en ciernes revolución cubana, carecía del mínimo de experiencia política ni organizado las estructuras para un respaldo a una aventura guerrillera, como aconteció con Fidel Castro, que disponía de una red de respaldo amplia cuando desembarcó en el Granma desde México, en diciembre de 1956. Manolo no calibró que su proyecto, desde sus inicios fallidos, confrontaba la etapa más peliaguda de la guerra fría y además el imperio no permitiría una reedición de la revolución cubana.
El entonces secretario de las FFAA, mayor general Víctor Elby Viñas Román, con quien me vinculaban nexos familiares, me encomendó precisarle a Manolo que si se iban a las escarpadas montañas de Quisqueya la orden era eliminarlos a todos, y eso le hice saber a Manolo, en su apartamento de la calle Rosa Duarte con César Nicolás Penson. Me miró firme, no me respondió, y cuando volví a su residencia porque estudiaba leyes con su ya fallecida hermana Enma me negó el saludo y no volví más. El general Viñas Román quería a toda costa salvar a los líderes del 14 de Junio, pero sobre todo a su primo hermano, Juan Miguel Román, secretario de Manolo.
Expliqué a Manolo que su proyecto no tendría éxito porque carecía de preparación a nivel campesino, que se preservara para tiempos mejores, que madurara políticamente, que su sacrificio sería inútil y que el pueblo no le respaldaría ni luego lo recordaría. ¿Fallé en mis apreciaciones, siendo un mozalbete?