Hay postulados que se enmarcan en el discurso y en el mensaje que adquieren un impacto en los que se apasionan con el análisis político. Tal es la denominación que he conservado por bastante tiempo que utilizo el experto y asesor en comunicación Antoni Gutiérrez-Rubí: “El valor político de la discrepancia”, lo cual preconizó en un libro de su autoría titulado: “Otro modelo de partido es posible. La modernización de los partidos socialdemócratas”.
Hago un paralelismo a ese escrito, porque quien lo lee avizora de inmediato que discrepar, llevar la contraria, defender posturas que confronten el estatus quo en las organizaciones políticas implica un sacrificio que muchas veces el liderazgo tradicional lo ve con recelo, y responde con prácticas o culturas políticas que afectan la democracia interna, el pluralismo, y la tolerancia.
¿Qué más se pierde con esto? Coincido con Antoni Gutiérrez, y estimo que, toda forma de auto censura roba el “atractivo político en la sociedad de la diversidad”. Y lo peor aun es que, esto se traduce en lo que este autor esgrime: en una “patología autoritaria, que invoca la unidad y la lealtad como valores supremos que no pueden interpretarse desde la complementariedad ni desde la libertad…. son juzgadas peligrosamente en su articulación política colectiva. Se desconfía del autónomo y del libre pensador. Se premia al homogéneo y al silente”.
Si observamos el devenir de las organizaciones políticas de la República Dominicana, es visible como el liderazgo político tradicional o las cúpulas se diluyen en conflictos internos que los militantes asumen, según las tendencias de grupos, y generan tensión en el aparato que moviliza, decide y traza las líneas de la representación política.
Esto se debe a que, se ha relegado “el valor político de la discrepancia”, en las organizaciones políticas se ha perdido la mística, la capacidad de solucionar los conflictos internos, y hasta se ha llegado al límite de referir que los partidos políticos han perdido la capacidad de arbitrar sus procesos electorales de selección de candidatos a cargos de elección popular.
A pesar de que los ciudadanos puedan percibir que en los partidos y organizaciones políticas existen perfiles y competencias diferentes, diversidad de ideas que se confrontan, liderazgos políticos con amplio margen de posturas, muchas veces muy distintas, esto no debe traducirse, en una incentivo para propiciar el conflicto interno, la inquina, la mala fe, la ambición de poder, y el descredito personal entre sus militantes y afiliados.
Esa es la razón por la que valoro, en una amplia dimensión, el postulado de Antoni Gutiérrez-Rubí: “el valor político de la discrepancia”, lo cual debe ser un instrumento para fortalecer, modernizar y hacer más atractivo a los partidos y organizaciones políticas, y añado que, al final, el libre ejercicio de la pluralidad y la toma de decisiones no debe jamás traducirse en un sacrificio que pulverice la democracia interna, la estabilidad y el funcionamiento de las organizaciones políticas.