El salario en el sector privado y el proceso inflacionario

El salario en el sector privado y el proceso inflacionario

Entre los principales renglones del costo de una empresa cualquiera podríamos encontrar los combustibles, la energía eléctrica, materias primas, intereses bancarios, , así como la devaluación, que aumenta el valor en pesos de las deudas o compras en moneda extranjera.

Ni aquí ni en ningún otro país del mundo puede el empresario evitar el aceptar y pagar los aumentos de precios   de TODOS esos costos: no tiene otra opción, si no puede quiebra. A nadie se le ocurriría argumentar: no voy a pagar esos mayores precios porque son inflacionarios.

Pasemos ahora al salario, socialmente el más importante elemento del costo de producción. No dudemos ni un momento que estamos hablando de un factor capital para el buen funcionamiento de todo el andamiaje productivo. No incluimos las «botellas», tan comunes en el sector público, por entender que el capitalista no se suicida.

Frente a esta variable de costo, por décadas hemos escuchado en nuestro país: debemos ser cautos con los aumentos pues su reacción inflacionaria en cadena terminaría incluso empeorando el poder de compra del salario. Esta expresión dista mucho de la verdad: en estricto principio económico, un aumento general de salarios de, por ejemplo, 25%, debe desencadenar una tasa de inflación inferior a ese 25%, dependiendo de la proporción que representan los salarios en el costo total. Si los salarios de una empresa representan el 50%, entonces un incremento salarial del 25% aumentará su costo total (y por tanto su precio de venta o la inflación) en la mitad, o sea en 12.5%. Sólo por este concepto ya el asalariado va ganando y lejos de perjudicarlo lo resarce un poco. Nos aproximamos a la justicia social del trabajador.

Pero incluso en el caso extremo de que la reacción inflacionaria sea igual al ajuste salarial, se genera un cien por ciento de compensación que si bien se va perdiendo nuevamente frente al nuevo ritmo inflacionario, detiene, aunque sea temporalmente, el descalabro que eterniza el deterioro laboral. ¡Nada es peor para el trabajador que el no ajuste! Los ajustes que generan nueva inflación es el costo que todos debemos pagar por mantener un clima de paz y justicia. Lo menos que puede el empleado esperar es que se le trate como a una materia prima cualquiera: si su costo sube (por la inflación previa) se acepte su mayor costo de mercado.

Nadie lo dude: la inflación más benigna para el empresario es la de origen salarial, pues más dinero en manos tan consumidoras  propiciará un rápido retorno de los cuartos al productor de bienes y servicios. ¿Puede el productor esperar tal compensación con los demás costos? NUNCA, ni un ápice.

Entonces ¿Por qué tanta renuencia a tal reconocimiento? Creo, ante todo, que se debe a que es el propio empleador quien tiene en sus manos el aumento salarial, de lo que carece, como vimos, frente a los demás costos. De ahí que los aumentos salariales generales se alcanzan con presión social o política o, preferiblemente, por organizada presión sindical. Se piensa que mientras el trabajador soporte resignado su situación, le conviene al patrono mantener inalterable los niveles salariales.

Este tema plantea la gran diferencia entre un pueblo culto, organizado, desarrollado y otro simplemente subdesarrollado: en aquel solo hay una opción: aumentar los salarios en tiempo y en cuantía aceptables. Es regla inquebrantable del capitalismo, esencia de su subsistencia. ¡Saben que sin un pueblo consumidor el empresario perece! Allí Ud no escucha el absurdo de no aumentos porque son inflacionarios.

Pero aquí, en mi pobre República Dominicana, con un sindicalismo decadente, vivimos este sofisma, sin que se le compense al trabajador el impacto devorador de una inflación criminal. Se estima que el poder adquisitivo del salario se ha contraído en alrededor de 60% en el último año y  sin embargo ese sector ¡Cuanta tolerancia! sigue esperando el milagro de la comprensión.

La inflación ni cosquillas le hace a la clase pudiente, pues cuenta con automáticos mecanismos compensadores; a la clase media le afecta su ocio, los disfrutes, los ahorros, los consumos suntuosos, mientras que al pobre le reduce sustancialmente sus posibilidades de sobrevivencia: con más hambre, menos escuela, menos salud.

Cuando la «solución» es un incremento del salario mínimo resulta obvio que sólo se interesa en paliar en algo la miseria extrema, descuidando a una clase media que desciende estrepitosamente hacia clase pobre.

Ningún país resiste este panorama tan desolador. Con la miseria de los pobres se amenaza la paz social, si persiste el empobrecimiento de la clase media la economía no saldrá jamás de su peligrosa crisis actual y si los patronos, la clase alta y los políticos gobernantes no toman conciencia de que es una EMERGENCIA NACIONAL adoptar correctivos ya…..!!adiós turismo, adiós zonas francas, adiós paz social, TODOS perdemos!!  ¡!O los de arriba piensan en los de abajo o todos descenderemos¡!

Hay que ponerle fin a tantas excusas. Propongo un pacto patrono-laboral extremadamente sencillo:

a) que la clase trabajadora renuncie por los próximos tres años a aumentos salariales que procuren la mejoría de su status económico;

b) pero que el patrono, a partir de este momento y para siempre, se comprometa a hacer en forma automática los aumentos que resarcen el deterioro del poder adquisitivo causado por la inflación, comenzando ya.

El compromiso a) le da al empresario y al país la tranquilidad y estabilidad laboral requerida para que vivamos en paz, mientras que el b) acaba con la criminal injusticia de salarios que se hunden, con su terrible germen de explosión social. ¡Actuemos como un país civilizado que ama y respeta a su mano de obra!

Reconozco que  un aumento uniforme a todos los niveles salariales pudiere ser insostenible para todas las empresas y sectores. Una opción (las cifras sólo como ejemplo) podría ser un aumento mayor para el salario mínimo (un 40%, por ejemplo),  un 30% para salarios de hasta $30,000 y  20% para los salarios hasta $50,000. Debe establecerse que el aumento absoluto mínimo para  una escala superior sea el aumento absoluto máximo de la escala anterior. Para salarios superiores a $50,000 el aumento pudiere ser de $10,000 o dejarlo a la libre negociación de las partes. Para empleados con menos de un año en la empresa, los aumentos se aplicarían en forma proporcional al tiempo trabajado.

Ese primer ajuste fijaría los salarios hasta el 31/Dic/2004 y se incrementarían para enero 2005 exactamente en la misma proporción de la inflación del período agosto/diciembre/2004. En años en que la inflación no sea excesiva (menos del 12%), el aumento compensador se haría a partir de enero del año siguiente; en caso contrario podría introducirse un ajuste a los seis meses.

Este enfoque constituiría un tremendo avance laboral y de armonía patrono-laboral,  que aunque hace décadas es una práctica habitual en muchísimos otros países, nos colocaría ¡al fin! en las puertas del desarrollo armónico y la concordia.

Como aunque parezca absurdo hay economistas que no gustan de tales aumentos salariales porque son inflacionarios, dejamos para otra ocasión el contestar la pregunta ¿Serían perjudiciales para el empresario los aumentos salariales? Muchos tendrán ya su respuesta.

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