El saldo anual de preocupaciones y de falta de soluciones. Como cada año la voz del clero dominicano, elevada al púlpito del sermón de las Siete Palabras, recurrió a la evocación de las frases finales de Jesús en el calvario para resaltar apremiantes problemas de orden social equiparables que con permanencia discurren en el país.
Fuera de la discutible posición de la Iglesia en contra de las causales que justificarían interrumpir embarazos en etapa embrionaria, opuesta al razonable criterio de la mayoría ciudadana expresada en encuestas, correspondía que desde los labios de los oradores emergiera un inventario de pesares nacionales.
En línea general, desde la solemnidad de los cultos cristianos, formularon parangones con las víctimas cotidianas de la criminalidad que sega vidas de personas de todas las edades, y en particular de las dominicanas azotadas por la violencia de género.
La paternidad irresponsable, y la ineficiencia de la protección del Estado que propicia el descarrío de jóvenes, estuvieron en el llamado a la conciencia del país formulado el Viernes Santos por los disertantes del catolicismo comprometido con la salvación espiritual y material.
En el habitual repaso con valoración sobre la realidad dominicana que incluye en sus ritos de la Semana Mayor, figuraron la firme condena a los «depredadores del erario público» en el marco de la corrupción que tanto daño ha hecho al país, y la preocupación por la vulnerabilidad de los trabajadores en una economía predominantemente informal, entre otros padecimientos inscritos en la deficitaria e históricamente invariable agenda nacional.