POR GRACIELA AZCÁRATE
Julio González
312 páginas
(Primera edición)
Fotos de Julio González
Cuidado de edición, texto
y pie de fotos a cargo
de Julio González.
Santo Domingo,
República Dominicana 2004.
Impresión: Amigo del Hogar
Tirada: 1000 ejemplares.
De venta:
Librería La Trinitaria.
Librería Theasurus
Centro del Libro Cuesta
En la presentación del libro Edwin Espinal Hernández rememora una fiesta celebrada el 26 de febrero de 1971, entre los residentes de la antigua calle de La Barranca y luego 27 de febrero, que organizaron una acto para despedirla. Con danzas, décimas, canciones y cuentos, el vecindario encabezado por don Orlando Pichardo Petitón, presidente del comité organizador, despidieron con nostalgia el cierre de un entorno vital para dar paso al progreso. Las calles que habían visto nacer y crecer varias generaciones daban paso a la avenida Mirador del Yaque o de Circunvalación. Entre tanto, Julio González, un integrante del recién fundado grupo fotográfico, Jueves 68, salió a la calle con la cámara en la mano y por espacio de seis años, fotografió cuadra por cuadra los tramos más representativos de las calles de una ciudad que con el progreso perdía las señas de identidad de sus edificios, sus familias, su gente, sus paisajes y sus vecindarios más entrañables.

El Santiago de los 70, además del testimonio gráfico sobre un espacio socialmente destruido por el tránsito apabullante de la nueva ciudad del siglo XXI recuerda lo que de emblemático tiene la casa. La casa es para Gastón Bachelard un cuerpo de imágenes que dan al hombre certeza y estabilidad. Es la conciencia de centro, fundamental para la fuerza y el brío de una identidad. Las casas que el lente de Julio González frisa en la memoria, el canto en imágenes de los muros, los rincones, una tapia, un verdor, un enrejado o un alero configuran el terreno de nuestra historia.

Como el personaje de Julio Méndez, en la novela de José Donoso en El jardín de al lado, el exilado chileno de los setenta, desde Sitges, se aferra a la casa de Santiago de Chile. La casa que va a ser demolida para dar paso al progreso es la que le da arraigo, historia y permanencia. Cuando el hermano le anuncia la muerte de la madre y la venta de la casa de la niñez, el dice:¿Adónde, si se vende la casa, quieren que vuelva? Uno no vuelve a un país, a una raza, a una idea, a un pueblo; uno vuelve a un lugar cerrado y limitado donde el corazón se siente seguro.

Como el desgarrado clamor del exilado, Julio González salva del olvido, en fotografías, la memoria y la identidad de un pueblo, con sus casas, sus cortadas, su historia y su dolor. Porque la casa es arraigo, historia leyenda, metáfora, territorio propio, término en que habita el corazón.

Las casas frisadas en las imágenes de Julio González en El Santiago de los 70, es ese lugar seguro para el corazón. Más de cuatrocientas fotos, cuadra por cuadra de un Santiago que se fue, nutre un libro que tiene varias lecturas. Además del testimonio gráfico de una ciudad ida es la suma y el resumen de quien lo ideó, lo creó, lo alimentó, lo cuidó, lo sufragó y lo editó. Julio González, treintaicuatro años después es ese joven de los setenta, devenido en hombre que pertenece a la generación de la cual dicen los cínicos que se quedó en el limbo después de la caída del muro de Berlín. Dicen que giran en el vacío porque cayó en desuso el compromiso político, la soberanía de las ideas, el pacifismo, la tolerancia y la solidaridad entre los hombres. Julio González, en esa foto tomada en los inicios de los setenta por Domingo Batista y en este libro sobre El Santiago de los 70 prueba que más allá del tiempo transcurrido, de los ideales rotos y de lo que el muro se llevó todavía mantiene los principios de una generación romántica y generosa. La utopía de los soñadores que a pesar del poderoso naufragio salvaron la capacidad de asombro, la inconmovible fe en el hombre y su futuro, y la tenacidad del sobreviviente para volver a construir un lugar seguro para el corazón.