Razones de sobra tenemos para sentir ira e impotencia. Existen motivos para gritar de rabia y dolor. El mundo se ha vuelto un lugar poco placentero para vivir. Haití, Venezuela, Irak, Afganistán, República Dominicana, Perú, Colombia…son sólo un grupo de lugares y nombres donde la realidad se ha tornado cada vez más difícil. El hambre sigue asolando y destrozando a miles de seres humanos…La ambición y el poder se han apoderado de muchos ¿líderes?… Nos preguntamos entonces ¿Qué hacer? La respuesta es simplemente compleja: hay que luchar en cuerpo, corazón y alma para transformar este presente que heredamos. La cultura de paz y justicia sigue siendo un sueño, una aspiración y una motivación para vivir.
Y mientras luchamos, debemos buscar estrategias para sobrevivir, y no sucumbir al tedio, al desánimo y a la impotencia. He encontrado una simple receta: Disfrutar de las pequeñas bondades de nuestra cotidianidad.
Había olvidado el hermoso espectáculo del amanecer. Envuelta en mi trajín cotidiano de levantarme de madrugada, leer la prensa dominicana y extranjera, anotar los elementos de la coyuntura del día, para luego salir corriendo al canal de televisión, no tenía tiempo de percatarme de cuán hermosa es la salida del sol. Desde hace casi un mes, sigo madrugando, pero esta vez para caminar. El Parque Mirador Sur te ofrece gratuitamente la oportunidad de sentir la brisa de la mañana y la compañía de transeúntes que también intentan comenzar su día llenándose de energía. Caminas y observas al grupo de hombres que discuten de política y, según sus pareceres, tienen la solución de los problemas. A las señoras que combaten las osteoporosis caminando lentamente, y mientras caminan, entonan calladamente la letanía católica del rosario cuaresmal. A un grupo de mujeres jóvenes que hablan de sus planes futuros, o la joven mujer cascabel, a quien todos llaman mis amores, porque atraviesa los 8 kilómetros del parque saludando a todas las personas que encuentra a su paso, saludando alegremente Buenos días mis amores, ¿cómo les amanece hoy? Y en esa plegaria particular suya encuentra una razón especial de vivir. Cuando la diviso desde lejos, espero mi saludo especial, que devuelvo con el mismo entusiasmo. Camino y espero encontrarme con el señor pasado de peso, con agilidad extrema que trota silbando sin cesar, entonando desafinadamente canciones románticas que reconozco de inmediato. Allí en el parque el crisol social se mezcla y entremezcla. Nos reconocemos sin conocernos, nos devolvemos el saludo, y sentimos la complicidad de compartir un momento de paz. A veces me absorbo tanto en mis pensamientos que olvido devolver el saludo mañanero. Es el momento del silencio, de reencuentro y reflexión. ¿Qué hice ayer? ¿Qué planes tengo para hoy? ¿Seré capaz de resolver la tarea que tengo pendiente? Y así, devolviendo los saludos, entregada a mis propios pensamientos, disfrutando la brisa, la salida del sol, el cambio de color de los árboes, la llegada de la primavera, he reaprendido a nutrir mi energía vital.
Este re aprendizaje me hizo reflexionar sobre la necesidad de rescatar, en toda su magnitud y sentido, la cotidianidad. Sentir, percibir, rescatar los sucesos repetidos que día a día se te presentan puede ser un aliciente importante para sobrevivir a los embates de la realidad. Cargar tu espíritu de energía vital, constituye un muro de contención para que los problemas cotidianos no te envuelvan, sometan y te roben la alegría de vivir.
A mí también se me han reducido mis ingresos a la mitad. Yo también debo pagar una gasolina excesivamente cara. Yo también soy víctima de una ley de hidrocarburos mal concebida y amañada. Yo también debo pagar unos medicamentos por las nubes. El supermercado se me ha triplicado, y mis ingresos han permanecido iguales. Yo también tengo que hacer y rehacer el presupuesto familiar del mes. Yo también me siento timada por las promesas no cumplidas. A mí también me ensordecen los discursos vacíos, las declaratorias de guerra verbal de los candidatos. Yo también tengo aprehensiones sobre lo que pueda pasar en este 16 de mayo. A mí también me da rabia que se usen los recursos del Estado para la campaña política. Me da rabia el gasto exagerado de dinero en proselitismo barato, mientras los hospitales y las escuelas padecen de todas las carestías posibles.
Y es justamente porque la cotidianidad es agobiante, que debemos luchar para transformarla, pero buscando mecanismos alternativos de sobreviviencia que nos permitan mantener vivas la alegría y la esperanza.
La vida es siempre movimiento, cambio, circunstancias imprevistas. Siempre habrá algo que intentará captar tu atención: la llamada telefónica, el niño, el fax, la avería del coche, el cheque por correo que nunca llega. Reconozcamos sencillamente que en lo que respecta a la vida real, estamos a un lado de sufrir una disfunción… Hoy podemos empezar a invocar las riquezas de nuestra vida cotidiana. Hoy podemos sustituir las carencias por la plenitud.