El sector La Barquita tiene casas que llevan tres  meses inundadas

El sector La Barquita tiene casas que llevan tres  meses inundadas

Tiene tres meses con la casa llena de agua, un martirio que empezó con las lluvias de  julio y que, a este tiempo, constriñe por todos los lados a la familia de Jesús, quien debió abandonar el predio.

Mientras otros en el sector de La Barquita pasan el día sacando el agua que emerge del suelo podrido y cargado de basura.

Las principales calles del sector La Barquita, en Santo Domingo Norte, están anegadas, desde que las lluvias arreciaron. Pero esto contrasta con la escasez de agua potable.

La situación es cada vez peor, a medidas que las inundaciones aumentan, disminuye la posibilidad de obtener  agua para el consumo humano.

Es por ello que los residentes señalan la paradoja y claman por la ubicación de una zona decente donde puedan ser trasladados con la ayuda del Estado.

“Esta vida es de perro. No podemos vivir en la tierra que Dios dejó”, se  lamentaba  María Antonia Ortiz, alrededor  de la 1:00 de la tarde de ayer. Sus vecinas salieron a apoyar su peculiar pregón y su insistencia de que debían ser trasladados de ese malsano sitio. Comenzó por señalar los males que los agobian, como las enfermedades de la vista, las fiebres. Esto es producto de las aguas, en las que se forman alfombras de lana y se crían las larvas que, al cabo de algunas semanas propagan mosquitos y ranas.

 Vaya forma de vivir. Ortiz duerme en una cama desde que su casa se le llenó de agua. El frío del lodo ya lo siente en sus huesos. En peores condiciones está Laura Ramírez, septuagenaria ama de casa que además de lavar, se desafía la barrera de su edad, para intentar sacar el agua que la lluvia le entra a su humilde hogar.

Comparte casa con su hijo Gregorio Lebia Ramírez, quien se esfuerza por impedir que un mosquito le transmita el temido dengue. Aunque la mayoría de estas familias exigen al síndico Jesús Féliz que gestione que el gobierno produzca un desalojo, Rosalía Cordero hizo la siguiente aclaración: “Necesitamos casa, pero también queremos que nos hagan las calles Privada y Ozama Valera”. Amenazó con incitar a sus vecinos para que protesten a la salida de La Barquita, en caso de que el Ayuntamiento construya un mercado en el área que denominan “El Vivero” y se olvide de hacer las calles”.

La primera muestra de calamidad aquí la daba Antonio Reynoso, un jornalero que decidió comprar un par de botas plásticas para trabajar en el retiro del lodo y cubrir los fangos con tierra. El hombre mostró las condiciones de las viviendas de la calle Privada marcadas con los números 23, 25 y 32. Los ocupantes de las  casuchas  tuvieron que refugiarse en casas de amigos.

De mal en peor. Lourdes Montero Rivas lleva dos meses como inquilina en una casa que aparenta segura.  Empero, al recorrerla es otra cosa. El agua penetra por el sanitario, el patio y el frente. Debió encaramar  los muebles, las sillas y la ropa que no quería perder al techo de zinc. Se queja de la basura que arrastran las aguas del río Ozama cada vez que tiene una crecida y demanda que el cabildo limpie y asista a la zona.

La clave

1. Saltar del agua

En La Barquita muchas veces precisan de una embarcación pequeña para cruzar los lagos que se forman con la caída de  las lluvias y que casi siempre ocultan las calles. En esta ciénaga del municipio Santo Domingo Norte, la gente  literalmente  carece de todo. No tiene calles. Son escasos los lugares en los que se puede encontrar  agua que no esté contaminada, para abrir pozos para el abastecimiento.

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