En enero del 1901 estalló un connotado conflicto por el uso de las aguas del rio Masacre en Dajabón cuando empresarios haitianos iniciaron la excavación de una zanja para el desvío de las aguas del fronterizo río hacia sus fincas privadas.
Tal acción, como siempre, atrapó fuera de balance a las autoridades dominicanas que se reponían de la dictadura de Lilís que había sido asesinado en 1899, casi dos años antes del incidente de Pitobert. En esa ocasión debido a la agitación capitaleña del nacionalismo exacerbado, se hizo formar una fuerza militar de 1000 hombres que embarcada en el crucero Independencia se dirigió hacia Manzanillo en la costa norte al mando de Horacio Vásquez. Esa fuerza de apabullamiento acampó en Manzanillo a la espera del inicio de las hostilidades.
Las negociaciones diplomáticas emprendidas por capaces diplomáticos dominicanos y haitianos evitaron que la sangre tiñera las aguas del río Masacre y todo volvió a la normalidad con la cancelación de la zanja hasta 122 años después de aquel incidente. La causa del conflicto fue el mismo y ahora con el ingrediente que República Dominicana enfrenta a un rival sin Estado con autoridades sin fuerza pero se ve empantanado por una inepta diplomacia dominicana simpatizante silencioso de la causa haitiana que ha pretendido exhibir músculos frente a un adversario que se muere de hambre y apegada a las necesidades de la agricultura y construcciones dominicanas para subsistir.
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La situación ha llegado al punto que obligará a una claudicación de la soberanía de un Estado que no existe, y de otro, que organizado, no sabe lidiar con sus vecinos que saben derrotarlos en el campo diplomático y opinión extranjera, sin disparar un tiro y sin exhibir armamentos o aviación militar moderna.
A falta de un interlocutor confiable, los dominicanos han preferido marchar con un simulacro de gran poder y en profusa exhibición de modernos equipos bélicos que ya han sido apostado a lo largo de la frontera, y en alegre demostración del equipamiento, pretenden amedrentar a los haitianos para que desistan de la construcción de su zanja-canal, hecha casi seguro con blocks cibaeños y quizás cemento del mismo origen.
El caso actual es interesante ya que en el seno del Gobierno dominicano esta infestado de personeros atraídos por lo exótico del haitiano y de sus necesidades que supuestamente los dominicanos lo excluyen y los ningunean para considerarlos como infra ciudadanos que solo sirven para la mano de obra en la agricultura y en las construcciones. Esos funcionarios identificados con agrupaciones extranjeras de ayuda en especial norteamericanos promueven asentamientos masivos de extranjeros en el país, y a la vez, una legalización compulsiva de esos haitianos que ni siquiera pueden exhibir un acta de nacimiento. Tan solo las actas de nacimiento dominicanas de los cientos de niños que nacen en los hospitales dominicanos.
De seguro que la sangre no llegará al Masacre, pero esta confrontación de ambas naciones continuará desarrollándose en la avalancha de mensajes y de supuestas acciones punitivas, pero existe un acuerdo de 1929 para el uso compartido de las aguas de los ríos fronterizos. Es necesario desempolvar los mismos para asegurar que el agua del Masacre llegue equitativamente a Haití en el volumen que no supere los 2 metros cúbicos por segundo que es la capacidad máxima del canal en construcción.