El SEMMA de Santiago

El SEMMA de Santiago

ÁNGELA PEÑA
Pocas clínicas privadas de la República Dominicana cuentan con la higiene, la eficiencia profesional y la atención personal que ofrece el hospital del SEMMA (Seguro Médico para Maestros), de Santiago de los Caballeros. Si de algo debe sentirse agradecido y satisfecho el magisterio de aquella región es de poder contar con ese recurso en un país donde la salud privada es tan cara, la pública tan deficiente y en el que el educador es, en cuanto a salarios y beneficios marginales, el gran olvidado de los gobiernos.

Por eso es tan impresionante la capacidad y el trato afable de los médicos, la abnegación y el cariño de las enfermeras, la buena disposición de los hombres y mujeres de limpieza y cocina, la delicadeza de los camilleros, la comprensión y la paciencia de los ejecutivos y asistentes de administración.

Cuando aquí se habla de instituciones oficiales inmediatamente se piensa en escasez, indiferencia, dejadez, maltrato, desatención, inmundicia, descuido. El pueblo desposeído que acude a los hospitales públicos debe hacer cursillos de paciencia, mucho aguante y gran capacidad de soportar humillaciones y boches, a más de la impericia de muchos galenos y de la ausencia de medicamentos y equipos.

Esa es la idea inicial que invade la mente del que escucha hablar del hospital del SEMMA, sin conocerlo. Se piensa en la cultura de lo estatal, imperfecto, abandonado, caracterizado por la negligencia. La realidad del SEMMA, al menos en Santiago, es otra. Visitantes y pacientes quedan maravillados por sus salas resplandecientes, el aseo constante, las enfermeras sin truños y muy pendientes de sus enfermos, las cocineras atentas, puntuales, diligentes, y los facultativos, que casi todos son los mismos que ofrecen tratamientos y consultas en las grandes clínicas privadas locales, ejercen con amor su trabajo, aun a sabiendas de que no recibirán ni con creces lo que pueden ganar en sus consultorios particulares.

El SEMMA fue construido en los terrenos del antiguo José María Cabral y Báez pero toda la edificación, según informes, fue prácticamente reconstruida. Tiene privados, semi privados, suites, estación de enfermeras, farmacia, cuidados intensivos, áreas de descanso y debe contar con sala de cirugía y otras facilidades. En los pasillos, pacientes y sus familiares se confunden en conversaciones con el respeto y la veneración que todavía sienten algunos por el abnegado profesor, la consagrada educadora.

En el país existirán otros centros del SEMMA pues este seguro es de cobertura nacional. Si funcionan igual que el hospital de Santiago, los maestros dominicanos deben sentirse complacidos porque los han tenido en cuenta, al menos, para atender una necesidad tan primordial como es la salud.

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