El Senado y Velázquez Mainardi

El Senado y Velázquez Mainardi

UBI RIVAS
El Senado de la República provoca una vez más la suspicacia del país al ni siquiera poner en agenda el caso de validar la designación por el presidente Leonel Fernández del conocido comunicador Miguel Angel Velázquez Mainardi como embajador nuestro en Chile. El Senado ha debido producir una aclaración y/o especificación al país explicando los motivos que le inducen a no incorporar en su agenda el ex presidente que verterbra esta entrega a manera de cuestionamiento y/o interrogación.

Ha debido, y aún tiene tiempo el Senado de exponer, si ha identificado alguna inconducta en la vida pública, empresarial y privada del destacado comunicador, que siendo un niño empezó a desafiar desde el exilio la tiranía del generalísimo Rafael Leonidas Trujillo.

Debido obviamente a que esa identificación resulta imposible por la conducta prístina de Velázquez Mainardi en todo el trayecto de su vida, entonces todo apunta a que enfrentamos un caso de retaliación que no se justifica ni con los postulados ni con la misión del Senado de constituirse en censor del parecer ajeno.

Velázquez Mainardi ha denunciado todo lo que ha entendido ha sido perjudicial a los supremos intereses de la República como ferviente duartino que ha sido siempre, y en esa guillotina conceptual no ha escapado nisiquiera quien lo ha designado para representarnos en Chile, un ejemplo señero que ha debido trazarle pautas a no pocos, el Senado, uno de ellos.

El periódico El Nuevo Diario en su edición del 14 del presente mes de febrero, editorializa sobre el tema con la luz fulgurante que le es característica y aduce que no tiene asidero la negativa senatorial en el caso que motiva esta entrega a HOY.

El Senado no debe ni puede constituirse en censor, repito, del parecer ajeno, sobre todo, de los comunicadores, y simplemente lo que procede en cada caso es exponer las realidades pertinentes en relación a las censuras que se le hacen.

La misión del Senado es un muy otro, estructurar un andamiaje legislativo para que la sociedad dominicana avance conforme a los rigores de estos tiempos semovientes, sobre todo los que coliden con la modernización de la economía, el narcotráfico y la presencia haitiana que nos asfixian ambos, la delincuencia y el irrespeto a la preservación del medioambiente y la degradación de los ecosistemas esenciales para toda manifestación biológica.

Ha dispuesto de lo que el inolvidable presidente Juan Bosch definió en su gobierno constitucional de 1963 como «la aplanadora», y lo que ha aportado es reintroducir el cuestionable tema de la reelección, una desgracia peor que todos los fenómenos naturales que se han abatido sobre la isla Hispaniola, un auténtico tsunami político.

No debe mucho menos el Senado consentir ser manipulado por figuras en franco declive político y sin reprisse de protagonismo de consideración en el futuro inmediato, sacrificando la imparcialidad, el comedimento, la serenidad y la galanura que deben orlar sus procederes, nunca el deleznable instinto de la vendetta.

La aprobación (placet) de Velázquez Mainardi fue aprobado en un tiempo récord de ocho días por la cancillería chilena, prueba del acrisolado currículum prístino del productor de Palco de Sombra y el programa de tv Alto Nivel.

Debe el Senado despejar sospechas de que asume una actitud retaliativa, en el caso de referencia, en relación a un comunicador que ha medido a todos con la misma vara orientado por servir a los mejores intereses supremos de la República. Y haréis justicia.

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