El seno derecho de Janet

El seno derecho de Janet

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
Debe ser una consolidación idiota. Ya se ha dicho que «mal de muchos, consuelo de tontos». Tal vez lo sea, pero lo cierto es que cuando uno se entera de las insensateces que se cometen en otras latitudes y longitudes, no puede evitar sentir cierto alivio al reconfirmar que hay idiotas por todas partes.

En tiempos en que la televisión, el cine, la prensa diaria y hasta los dibujos animados -cine- o inanimados -prensa- presentan saludables y juveniles senos de muchachas empeñadas en demostrar su desafío a la Ley de Gravedad y se muestran a pecho descubierto con aires de enfado, que por lo visto ha sido declarado «sexy» por esos extraños seres que son los modistos, los cuales, con pocas excepciones, me producen recelos y provocan dudas acerca de su buena intención hacia las obedientes féminas. Imagino que muchos de ellos deben «mondarse de risa», como gratificaba el autor de las historietas de Mortadelo y Filemón, cuando convierten en un fantoche ridículo a una bella mujer.

En este tiempo, -digo retomando la idea, que se me cortó- cuando los senos al aire aparecen por doquier sin escandalizar a nadie, resulta que los reguladores federales de Estados Unidos impusieron una multa de más de medio millón de dólares a la cadena televisiva Columbia Broadcasting Sistem (CBS) por un «accidente vestuario» de una joven llamada Janet que expuso ante las cámaras su seno derecho durante un espectáculo televisado a escala nacional.

Resulta que al final de un dúo entre la Jackson y el cantante Timberlake, este último arrancó una pieza de la blusa de la cantante y expuso el seno derecho de Janet ante una audiencia de unos noventa millones de televidentes, porque se trataba del intermedio del partido final 2004 de fútbol estadounidense. El incidente ocasionó más de medio millón de quejas ante la Comisión Federal de Comunicaciones, la cual, al parecer, decidió aplicar un dólar de multa por queja recibida.

¿No es sorprendente? ¿Es que esos millones de televidentes nunca ven una película de las que pasa la TV a cualquier hora, cuando los niños regresan de la escuela, o a prima noche, cuando la familia está reunida y azorada ante su «TV-dinner» frente al omnipotente televisor?

¿No se han enterado de que no hay film que no presente algún desnudo o, más aún, imágenes de una actividad sexual contundente?

¿NO aparecen a diario en los períodicos más respetables y severos, fotos de modelos con el seno derecho, y el izquierdo, apenas fortalecido por una tela transparente, o precariamente cubiertos hasta el borde mismo del pezón que asoma?

Ya entendían los griegos que los senos de una mujer en plenitud constituían una de las maravillas de la obra divina. Después vendría el trabajo, la lactancia de sus criaturas, la dignidad de la maternidad y sus secuelas interminables hasta la reverenciada edad madura, cuando nunca se mostraban descubiertos porque su función había cambiado radicalmente.

En lugar de provocar, sugerir e inducir, ahora su función estaba cargada de nobleza nutricia, de la dignidad más alta que es dable a un ser humano: crear en su interior nuevas vidas, nuevos inicios dentro de un vientre que se hace mágico, asombroso y fascinante mientras crece, se hace un globo y, un día, tras normalmente nueve meses, produce el asombro de un nuevo ser que se incorpora a las incertidumbres de la vida.

Me pregunto, ¿qué reacción tuvo el «puritanismo» estadounidense frente a la publicidad de primeras páginas y de espacios «premium» de televisión, suscitado por el lascivo beso en la boca entre dos mujeres, cantantes en la cima de la popularidad en pleno escenario de un programa de alta difusión?

Como quiera. El seno descubierto de Janet ha tenido una repercusión absurda y desproporcionada.

Menos mal que no nos dejan a nosotros la exclusividad de las estupideces.

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