El sentido familiar de la Navidad

El sentido familiar de la Navidad

BIENVENIDO ALVAREZ-VEGA
El gran valor de las fiestas navideñas entre nosotros, es su extraordinario sentido familiar, su capacidad de convocatoria para reunir a los padres, a los hijos, a los tíos, a los abuelos, suegros con nueras y yernos, y a los amigos más cercanos. Son las fiestas de los desplazamientos geográficos. Las grandes ciudades se vacían, porque los migrantes retornan a los lugares de origen, muchos de los que están en el extranjero vienen y los que viven en una misma ciudad se reúnen para cenar juntos, para pasar la velada, para rememorar los tiempos pasados, las vivencias, las anécdotas familiares, las experiencias escolares, los momentos de tristeza, de desgracias. Las navidades son un verdadero convite familiar.

Esta dimensión familiar de las fiestas navideñas evoca la familia de Jesús, recuerda a María, a José y al niño Jesús. También el pesebre o el lugar miserable que sirvió de albergue para la criatura que había de nacer. Una familia pobre que viajaba a su tierra natal para cumplir una orden oficial para el empadronamiento, una familia que había sido escogida para cumplir la promesa del Mesías que habría de llegar para iniciar en la tierra la obra redentora de Dios. No se trata de una casualidad. La familia ocupa un lugar central en lo que los biblistas llaman la historia de la salvación. Los órdenes de la creación incluyen una familia, Adán, Eva y sus hijos. Abraham fue llamado por Dios junto a su familia para hacer de él una nación santa, Israel, y por su medio bendecir a todas las naciones de la tierra. Y en los tiempos del nuevo pacto, los hombres y mujeres que aceptan el sacrificio redentor de Jesús vienen a formar parte de la «familia de la fe», preámbulo del Reino de Dios.

Quienes desde su ortodoxia tienen una lectura parcial de la celebración moderna de los días navideños olvidan su dimensión familiar, presente en cada diciembre. La familia es el centro de esta celebración, convirtiéndose la ocasión en un escenario de alegría, de festividades, de afectos, de renovación de cariños y de reiteración de compromisos y lealtades. Esta es, en esencia, una expresión genuina del sentido primigenio de la Natividad de Jesús. Por esta realidad es que hemos dicho desde esta columna que estas fiestas no han perdido su valor ni su significado, que lo que hemos visto es el cambio normal que arrastran las mutaciones culturales, cambio que es formal, accidental.

Mañana, miles de familias dominicanas que tenia un año, dos, tres, cuatro, cinco diez y más que no se encontraban, que no se veían, que no sentían el calor de sus miembros, ni se contemplaban y miraban las expresiones de sus ojos, se encontrarán, hablarán, se observarán minuciosamente, se harán comentarios, evocarán situaciones vividas, llorarán y se reirán, y compartirán la mesa con alegría familiar, como lo hacían cada día cuando todos estaban juntos, cuando todos se cobijaban bajo un mismo techo, cuando todos compartían la cultura de lo cotidiano. Me parece que este hermoso hecho le da un alto sentido religioso y divino a esta fecha.

Las navidades son, sin duda, unas fiestas familiares.

(bavegado@yahoo.com)  

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