El ser afectivo

El ser afectivo

La afectividad no es una función psíquica especial, sino un conjunto de emociones, estados de ánimo, sentimientos que impregnan los actos humanos a los que dan vida y color, incidiendo en el pensamiento, la conducta, la forma de relacionarnos, de disfrutar, de sufrir, sentir, amar, odiar e interactuar íntimamente con la expresividad corporal, ya que el ser humano no asiste a los acontecimientos de su vida de forma neutral.

De manera que esta afectividad es el modo en que nos inquietan interiormente las circunstancias que se producen a nuestro alrededor; está constituida por un conjunto de fenómenos de naturaleza subjetiva, diferentes de lo que es puro conocimiento, que suelen ser difíciles de verbalizar y provocan un cambio interior que se mueve entre dos polos opuestos: agrado-desagrado, alegría-tristeza, atracción-repulsa.

La ausencia de amor o falta de afectividad en la vida del ser humano, sobre todo en los primeros años de vida, puede conducir a la persona a graves desequilibrios y profundas perturbaciones en la personalidad. Muchos inadaptados proceden de familias desunidas, carentes de afectividad o que éstas fueron perturbadas. Cuando el ser humano tiene la impresión de que no hay nadie en el mundo que los aprecie, cae en la sensación de que el vacío absoluto invade su existencia. Este pesimismo los lleva a quejas de soledad y que repercuten o nacen básicamente en el nivel de comunicaciones superficiales.

La afectividad, por tanto, confiere una sensación subjetiva de cada momento y contribuye a orientar la conducta hacia determinados objetivos, influyendo en toda su personalidad.

Por tal razón, la afectividad es un componente de la naturaleza humana y, por lo tanto, una necesidad que según sea desarrollada, marcará el accionar del individuo, primero con la persona misma y luego en la relación con los demás. La afectividad guarda relación con el amar y sentirse amado, con sentimientos que despiertan la voluntad de comprometernos de manera particular con otras personas, con disciplinas, contenidos y valores, lo que nos lleva a encausar nuestras vidas hacia lo que estimamos adecuado. La afectividad nos ayuda a tener una autoestima que determinará la forma de enfrentar las situaciones de nuestra vida diaria, nos ayuda a dar sentido a lo que hacemos, a encausar nuestros intereses, sobreponernos a dificultades y buscar espacios de realización dentro de la sociedad.

La afectividad supone una condición de generosidad, de entrega que nos aleja del egoísmo, nos exige tener una disponibilidad para acoger al otro, a ganarle al tiempo y al trabajo para relacionarnos con los demás.

Entonces, el ser afectivo,  es la capacidad de respuesta sentimental que tiene la persona: el desarrollo de la propensión a querer. Somos capaces de captar, de manera automática y sin un especial razonamiento, que hay personas afables, y otras que ni siquiera tienen idea del significado de esa palabra. Pero todos tenemos capacidad afectiva, aunque en distinto grado de cantidad y de cualidad.

La autora es psicóloga clínica

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