El ser o no ser de clase media

El ser o no ser de clase media

Más allá de los conceptos empleados para encasillar en lo económico y social a la gente, mucha de la cual podría estar padeciendo una realidad negadora del bienestar que le atribuyen, algunas precariedades del día a día son comunes a un gran número de ciudadanos. La frontera que les coloca a ambos lados de una línea imaginaria entre el bien y el mal no está confirmada por hechos. Para cada estatus existe el desafío de consumos y exigencias que suelen agobiar de la peor forma a los supuestos beneficiarios del progreso.

El ascenso social para solo quedar algo arriba de la pobreza llana, no elimina necesariamente las insatisfacciones que para el nuevo «clasemedista» provendrían del déficit habitacional vigente si carece del ingreso alto que exige el mercado inmobiliario; los elevados costos de medicamentos, el limitado acceso a la Seguridad Social y pensiones y los gastos extras que se derivan de las precariedades de servicios de transporte y electricidad que, entre otros, golpean por igual al que sigue pobre que al que ahora «vive mejor» porque así lo dicen apreciaciones estadísticas (a ojo de buen cubero) sin base en estudios poblacionales. Nada tiene de caprichosa la metáfora del «emparedado» (presiones por dos lados) que sitúa un sector de clase media como el que más impuestos paga y más obligaciones carga; sin las ventajas que se logran desde las informalidades y licencias que asisten a otras capas sociales.

Grave ausencia de civismo

La atención a víctimas en los cruciales segundos inmediatos a accidentes no debe ser postergada por ninguna persona llevada de repente a la obligación de propiciar auxilio con una simple llamada al 911 que llene cometido o resguardando de peores consecuencias al accidentado que yace. Ya causa preocupación el afán egoísta de espectadores por aprovechar desgracias ajenas tomando detalles gráficos con teléfonos móviles para luego exhibirlos en abuso del dolor ajeno para alimentar el morbo de las redes. Una forma irresponsable de agregar riesgos a la vida de los lesionados al tiempo de atropellar dignidades con excesiva visibilidad a percances personales. Los mensajes de la campaña «no me grabes, ayúdame», anunciada por el hospital Darío Contreras, deben ser escuchados con interés y mucho propósito de enmienda.

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