El serenismo

El serenismo

Es el hombre más racional y sereno que he conocido en mis setenta y cuatro años de vida. Mi amigo es más joven que yo, y hace cuatro décadas vivió un  romance con una joven coquetona, de cuerpo equiparable al de Jennifer López, a quien sorprendió en jugada cuernil con un piloto de la Fuerza Aérea.

Según cuenta el agraviado, sabía los riesgos que corría con la muchacha, afirmando que ella pedía más a Dios en sus oraciones que le concediera un hombre buen mozo, que un premio mayor de la Lotería Nacional.

– Le dije que lamentaba no ganar nada con hablarle  a todo el mundo sobre su infidelidad para desacreditarla, pues por su trayectoria puteril estaba más que desacreditada. Y me marché campante, con la idea de buscarle sustituta.

Poco después levantó una jeva desprovista de las curvas de la anterior, que también le dibujó los cachos.

A esa la atrapó de manitos cogidas con otro hombre en una cafetería, y sin inmutarse, puso fin al romance con estas palabras:

– Eres dichosa por tener un hombre como yo, con sangre de maco, porque si hubiera sido otro, te entro a trompadas. Pero no seré el primero ni el último a quien una mujer le juega sucio.

Sacudido por aquellos dos cuernos, tardó varios años en encontrar compañera para contraer matrimonio, y lo hizo con una cuarentona con fama de honesta, y que iba directo hacia la jamonería.

Llevaban unos añitos de aparentemente feliz unión, cuando circuló el rumor de que su honorable señora sostenía una relación pecaminosa con un cantante lírico.

Parece que por la buena reputación de su cónyuge, mi amigo había bajado la guardia, porque se enteró de la jugada extramarital cuando la misma era del dominio público.

Aunque la dama negó la acusación entre lágrimas, el hombre tenía pruebas contundentes, y le habló con su calma habitual.

– No te voy a pegar por no caer preso, algo peor que coger cama en un hospital.

Sigue dándote vida con tu amante, porque estoy gardeando a una pajuila de diecinueve años.

Si la conquisto, no sufriré con sus infidelidades, porque dice el refrán que guerra avisada no mata soldado.

Y lo normal es que una jovencita le sea infiel a un cincuentón.

La relación con la hoy treintañera lleva doce años. 

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