El sexo del cerebro

El sexo del cerebro

Partiendo del hecho de que el tema es además de controversial, muy amplio y con múltiples aristas, hacemos la salvedad a los amables lectores de que en este caso ni en ningún otro similar, no asumo el rol de juez ni verdugo, sino un simple neurólogo con algún interés científico y de eso se trata esta columna dominical: en la medida de nuestras posibilidades, hacer un pequeño aporte a la ciencia y en particular a las neurociencias, a su difusión y conocimiento popular, tal vez producto de una indefectible e ineluctable herencia magisterial por vía doble, materna y paterna.

Hecha la salvedad, nos adentramos en el complejo campo de la determinación de la sexualidad y de las preferencias sexuales de cada uno de nosotros, donde debemos por igual enfatizar, que soy un respetuoso de la forma de cómo cada uno en particular enfoca su felicidad, en este campo de las preferencias sexuales sea usted, hetero, homo o bisexual, lo importante  es ser feliz.

Por lo amplio del tema lo trataremos en dos entregas. En esta de hoy enfocaremos las evidencias que hacen al cerebro diferente en el caso femenino y masculino y en la segunda comentaremos una serie de publicaciones que enfocan a la luz de la modernidad de las técnicas de investigación de que disponemos hoy día, de las diferencias entre el cerebro de los heterosexuales y de los homosexuales. En los vertebrados, los mecanismos que determinan el sexo varían con el taxón, o ley de la ordenación.

Así la determinación del sexo gonadal de los mamíferos y en las aves depende de la información cromosómica heredada de los padres. En el hombre y el ratón se ha identificado la región del cromosoma Y de la que depende la diferenciación hacia testículos desde un ovotestis indiferenciado. En los cocodrilos, el sexo  lo determina la temperatura del medio; en ciertas especies de peces la diferenciación parece depender de estímulos sociales. Pero independientemente de lo que lo determine, es el substrato hormonal, lo que al final establece la diferenciación sexual del cerebro.

Trabajos recientes publicados de Antonio Guillamón en la revista Mente y Cerebro (25-2007) en la determinación de la maduración y celularidad del órgano de la olfacción como elemento de determinación sexual, comprobaron que la testosterona era necesaria para la masculinización del órgano vomeronasal  en dicha área olfatoria, vital para la actividad sexual. La ausencia de esta hormona en el macho lo feminiza, y su presencia en la hembra la masculiniza. Concluyendo que en el embrión, los cerebros de mamíferos son bisexuales. El cerebro es bipotencial y se decanta hacia un sexo u otro en respuesta a la acción hormonal en fases tempranas de su desarrollo embrionario. Penosamente, la mayoría de estas indagaciones han sido hechas en animales de investigación y no en humanos.

Está aceptado que el cerebro humano tiene diferencias en el varón y en la hembra en numerosas aéreas: hipotálamo, amígdalas cerebrales, hipocampo, ínsula, corteza pre-frontal,  etc. Es decir, que podemos concluir, que durante los períodos críticos de formación, las hormonas sexuales ejercen su acción modificando el número de neuronas en diversas estructuras cerebrales que formarán parte de las redes que controlarán, cuando adulto, la fisiología de la reproducción y la expresión de las conductas sexuales. En el macho, la aparición de un mayor número de neuronas se asocia a la facilitación masculina y a la inhibición de la expresión femenina.

El cerebro se diferencia como masculino o como femenino antes del nacimiento. Sobre esa base actuarán las hormonas en la pubertad. Conocemos la función de las hormonas gonadales en la diferenciación sexual de redes neuronales muy complejas relacionadas con las conductas reproductoras, pero primero con las preferencias sexuales particulares. Debemos concluir, por todas la evidencias existentes, que el cerebro nace con su sexo definido.  Estamos resumiendo un tema de mucha complejidad. Sobre el cerebro homosexual y heterosexual conversaremos la próxima semana.

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