El Sida, Fidel Castro y Magic Johnson

El Sida, Fidel Castro y Magic Johnson

En artículo suscrito por Rafael Miliano en una reciente publicación del Listín Diario, se defiende la política oficial del gobierno cubano en el manejo de los pacientes afectados por el Sida, basado en errados conceptos que por carecer de fundamento médico deben ser rechazados, pues la solución al problema de la epidemia del Sida no puede consistir en «encerrar» a los afectados por esta enfermedad aislándolos del resto de la sociedad «para que no contaminen», como hace Fidel Castro en Cuba, en flagrante violación de elementales principios de humanidad, tal como ha denunciado reiteradamente la Organización de las Naciones Unidas.

El virus causante del Sida se transmite a través de relaciones sexuales tanto entre homosexuales como entre la población heterosexual -de hecho esta última se ha convertido ya en la principal forma de transmisión en muchos países-, o a través de compartir agujas contaminadas ya sea voluntaria o accidentalmente. En base a estas observaciones, el énfasis en la prevención y control de esta enfermedad ha radicado lógicamente en Educar a la población general acerca de las formas en que este virus suele trasmitirse, en dar a conocer métodos que pueden contribuir a evitar su transmisión, particularmente el uso de preservativos, en facilitar la proliferación y adquisición de estos por la población general, en acentuar la necesidad de evitar las relaciones sexuales irresponsables y prostituidas, con múltiples sujetos y sin obtener previamente adecuada información, ya que un individuo aparentemente sano o sana puede albergar y transmitir a otros el virus años antes de manifestar clínicamente los síntomas de la enfermedad. La educación incluye igualmente la promoción de la abstinencia sexual entre escolares adolescentes como forma ideal de prevención, una sugerencia que sorpresivamente ha encontrado una gran acogida en este grupo de edad en varios países, sin aplicar medida coercitiva alguna.

Mientras avanzamos en el desarrollo de tratamientos que sirven para retardar el inicio de los síntomas del Sida en sujetos contaminados con el virus, en los tratamientos que previenen la transmisión vertical del virus durante el parto, así como en aquellos tratamientos que tienen el efecto de enlentecer el deterioro clínico en individuos ya sintomáticos, y mientras se intensifican las investigaciones en procura de una vacuna, la mejor arma contra este flagelo continúa siendo la educación de masas acerca de las formas de prevención del mismo, y no el «encerramiento» de los afectados. La fórmula draconiana de Fidel Castro de aislar del resto de la sociedad a pacientes del Sida poniéndolos en «cuarentena» p ara el resto de la vida -cual leprosos de los viejos tiempos-, no solo resulta médicamente innecesaria ya que los mecanismos de transmisión del virus son conocidos y fácilmente evitables por una población propiamente informada, sino que constituye una violación fundamental de los derechos humanos que garantizan el acceso a servicios de salud de personas afectadas por cualquier enfermedad, con el debido respeto a su dignidad y a su derecho al libre albedrío. La fórmula cubana del manejo del Sida no es más que un reflejo de los perfiles de un régimen dictatorial, para el cual la solución ideal de todo problema no es necesariamente la más humana y justa, sin la más económica para el Estado. El señor Miliano sugiere en el mencionado artículo el uso de personalidades que como Magic Johnson han sido infectados por el virus, para educar a las masas acerca del peligro y forma de transmisión del mismo, labor que este destacado baloncelista realiza ya desde hace años. Pero )cómo hubiera podido Magic Johnson llevar a cabo esa labor social, desde el interior de un «leprocomio» de Cuba? Educación de masas e investigación médica son la respuesta adecuada al problema del Sida, no el ostracismo y el rechazo de las víctimas por aquellos que están llamados a socorrerlas. La baja incidencia del Sida en Cuba, resultado de la política inhumana y draconiana aplicada a los pacientes afectados por esa enfermedad, paradójicamente refleja también la «baja incidencia» de libertades públicas y verdadera justicia social en esa nación.

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