El silencio: Atahualpa Yupanqui/Leonardo Favio

El silencio: Atahualpa Yupanqui/Leonardo Favio

La significación del silencio es de asaz importancia para el intercambio de seres humanos y su valorización dependerá de múltiples factores que permitirían interpretar el contenido del mensaje entre comunicador y receptor.

Un determinado silencio puede significar varias cosas que, el perceptor, en proceso de intercambios, podría darle el destino adecuado al mensaje percibido. Callamos para asentir, para negar… y hasta para no caer en imprudencias.

Contamos también con el recurso de señales, que permite el intercambio en los grupos de participación social, cultural, laboral… La forma más expedita y completa, aparte de su trascendencia, es aquella de la cual nos valemos con el empleo del código de la lengua.

El folclorista argentino Atahualpa Yupanqui afirma que en su rodar por esas alturas de Los Andes: “Donde sienta un chiflido amistoso, ahí me apeo, doy las gracias y pelo (sic) la guitarra”.

También nos revela que: “Cuando dos se quieren bien de una legua se saludan”.

Silencio, del latín “siléntium”, equivale a «abstención de hablar». En segundo lugar: es «falta de ruido. » Además es «falta de reservación de algo en un escrito».

Unos versos de don Ata, apodado así cariñosamente por sus contemporáneos:

“La luna besó mis ramas/ con su silencio bendito. / Y lloré mis soledades/ con lágrimas de rocío.    

(De la canción “Yo soy la vieja madera”)

La calificación de la frase “silencio bendito” es una elevación del alma para encontrarse con lo divino, la categoría sacrosanta para penetrar en los valores religiosos. Envuelve todo y, formalmente, todo lo calla, en un momento trascendente.

Cada quien a su manera o a las circunstancias lo que nos envuelven o nos arrastran. Yupanqui señala un alto valor para el silencio, un valor para el recogimiento interior, un valor para la vida y la dignidad de lo cual tanto gustaba hablar a Don Miguel de Unamuno. No obstante nos legó su poema “Le tengo rabia al silencio”, en el cual expone:

Le tengo rabia al silencio/ por lo mucho que perdí/.

Que no se quede callado/

Quien quiera vivir feliz.

Es el dictado de su experiencia o de su sabiduría por el mucho andar y  el largo tiempo de existencia. Una contradicción que surge en cualquier contexto.

Con todo, un compatriota de don Ata, poeta, cantautor, director de cine, guionista, se sinceriza:

Me enamoré del silencio/ y en él largos ratos / me suelo quedar,/  de tanto escuchar mentiras / y a veces decirlas,  por eso será.

Ambos autores, poetas verticales, responsables de sus acciones, de manera especial, en momentos difíciles para la democracia en Argentina, entregaron su estampa definitoria. Atahualpa Yupanqui se fue a la tumba después de laborar en poemas y canciones en contra de la desigualdad de los hombres y la represión política.

El otro, Leonardo Favio (Fuad Jorge Yury), contradice; o las vicisitudes de la vida, lo hace exclamar musical-poéticamente:

Para uno el silencio es rabia, cuando no es bendito./ Para el otro, es enamoramiento, amoríos, romances/…

Leo Favio, afectado por tantas circunstancias, recibió recientemente el reconocimiento de la presidenta de Argentina, Cristina Fernández: el nombramiento de Embajador Cultural de Argentina.  Aquellos versos  citados concluyen:

Todos dicen que estoy loco / y yo me enojo /  porque es la verdad. / Loco de amor a la gente/, de amor a la vida/ y a la libertad.

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