El silencio de los muertos

El silencio de los muertos

Los muertos hablan, dice el patólogo forense Sergio Sarita Valdez refiriéndose a las evidencias que en los cadáveres delata las causas del deceso. Y algo espeluznante que este profesional afirma es que algunos resultados de autopsias incomodan, molestan a algunas autoridades. Esto sucede cuando una necropsia demuestra que un individuo fue ejecutado a mansalva, en contradicción con la versión de una patrulla que afirma haberlo matado en un intercambio de disparos o repeliendo una agresión.
A menudo este periódico insiste en exigir que el Ministerio Público asuma con celo su deber de investigar toda muerte violenta, y en particular aquellas provocadas por policías bajo el desacreditado esquema del intercambio de disparos. Partiendo de la afirmación del doctor Sarita Valdez, consideramos que las segundas manos que deben tocar los resultados de las necropsias deben ser las del Ministerio Público. Obviamente, las primeras son las del patólogo forense.
La autopsia es un medio de prueba insustituible en la investigación de una muerte violenta, y por tanto debe ser celosamente resguardado de caer en manos de aquellas autoridades que se enojan o molestan con resultados que contradicen sus versiones sobre los hechos. El país tiene que lograr un sistema eficaz de protección del testimonio de causas que los muertos dan al patólogo.

Linchamiento en estación de la PN

El brutal incidente ocurrido en Guayabal, de Azua, en que una turba linchó a un homicida, golpeó a un policía y dejó en pésimo estado el destartalado destacamento de la localidad, tiene aristas que es necesario sopesar con fines correctivos. La alternativa del linchamiento sigue enraizada entre muchos dominicanos que entienden que pueden tomar la justicia en sus manos. El suceso, además, pone en entredicho la protección que recibía el preso bajo custodia policial, en un destartalado recinto que no tenía capacidad para resistir la embestida de la turba.
La Policía parece haber interrumpido su programa de acondicionamiento de recintos, o si lo ha continuado, no ha llegado hasta Guayabal, de Azua. La brutal tragedia de un homicidio, un linchamiento y agresión contra la autoridad deja una amarga lección.

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