“El Síndrome de la Cháchara Política”

“El Síndrome de la Cháchara Política”

Manuel Cruz

Las crisis políticas, económicas y sanitarias todas tienen elementos característicos, ilustrativos y fisonómicos que exteriorizan las capacidades cognoscitivas de que aquellos individuos que tienen vocación de poder. Y, nos bombardean con las futilidades de un segmento mayoritario de nuestra clase política que carece por completo de la capacidad de abstracción para comprender un mundo constantemente evolutivo. Dentro de ese contexto, la propia afección que padecemos por el COVID-19 puso al desnudo la miopía dialéctica de gran parte de nuestro liderazgo y la obsolescencia de otros que viven en la “teogonía” de Hesíodo.

Del Colonialismo a la Cháchara.
Estoy profundamente convencido, de que la decimonónica verborrea que salvo honrosas excepciones caracteriza al liderazgo político dominicano; es propia de una serie de factores que aun subyacen en nuestra cotidianidad. Por ejemplo, la ausencia de una homogénea fecundación ideológica en el universo de los independentistas. Por eso, por más de un siglo pasamos de colonia a una independencia ornamental regenteada por caudillos y dictadores y, cuyos máximos avances increíblemente han sido bajo la escenificación distópica de tiranías e invasiones imperiales. Por tal razón, la mayoría de los pseudo-líderes tienen ausencia de categorías pensantes.
Además, hay otros factores adicionales que han motivado ese tibiri parroquiano y pintoresco que singulariza al político dominicano y que lo pone hablar nimiedades frente a los asuntos de Estado. Entre ellos, que los cientistas políticos que hemos tenido también han buscado presurosa y desmedidamente el poder, que aquellos que fueron y son acreedores de grandes capacidades al mismo tiempo corre por sus venas el prototipo hobbesiano cuya una ruta es el desenfrenado apetito de poder y, por eso han terminado en estropicios y vesanias que han impedido la construcción de un Estado premoderno o del siglo XXI.

Una Herencia Funesta.
Todo ese estiércol endógeno descrito precedentemente, probablemente fue la causa fundamental que motivó al gigante y más atiborrado pensador político y social de toda Hispanoamérica el profesor Juan Bosch, a escribir la radiografía sociopolítica titulada “Composición Social Dominicana” en la que describió de manera inequívoca y con tinta indeleble; lo que puede definirse como el conchoprimismo literario. Y, sentaron las bases para la preconfiguración del extravió y escepticismo social externado magistralmente en el “Pesimismo Dominicano” por el maestro José Ramón López.
En ese sentido, a nadie le puede extrañar ver en medio de esta pandemia a una oposición política actuando de manera instintiva bajo las premisas de discursos propios del mesolítico, o a través de arquetipos guiados por la razón biológica amparadas en la lógica de la politiquería, la insensatez y la promoción del yo soy, yo opino, yo propuse o que se fuña el país. Si parafraseamos al gran Winston Churchill podríamos afirmar que esa oposición encaja en la prefectura de que, “para ellos la democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre, con excepción de su cúpula”. Y, al parecer solo tiene sentido ese sistema si son ellos que lo dirigen.

Oposición sin Cosmovisión.
Al ejercicio de la política vernácula le hace falta una regulación inmutable y solemne igual que la que reviste a la diplomacia; en virtud de que, es inconcebible y displicente tener que ver en medio de una crisis global a los más altos pseudo-líderes pensando en tomates y ajíes; evidenciando que esos cerebros solo llegan a la Duarte con París. Paradójicamente, esos son los mismos que están convencidos de que todos los demás ciudadanos estamos equivocados porque no coincidimos con ellos. Aquí no se trata de hacerle apologías al gobierno, de lo que se trata es de que las crisis traen sus propias agendas y sus autóctonos discursos.
Empero, esas luxaciones que ellos llaman oposición constructiva son las mismas que heredamos desde que se reunieron en Cuba un grupo de exiliados para fundar el otrora PRD y, puestas en escena desde 1962 cuando varios de los mismos que prepararon el regreso de Bosch al país fueron los que lo enfrentaron en las elecciones. En efecto, nadie puede esperar la construcción de un Estado moderno donde aquellos con posibilidad de conquistar el poder solo proyectan capacidades empíricas y, otros a los que les sobra la capacidad son acreedores de una esquizofrenia disociativa que los convenció de que si ellos no gobiernan a perpetuidad de jodió el país.

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