El síndrome de pompi de los dominicanos

El síndrome de pompi de los dominicanos

Por una razón genética, fruto de las dictaduras que hemos padecido a través de nuestra historia, los dominicanos arrastramos una fijación mental en el comportamiento para que otros más fuertes nos golpeen en la parte más blanda del cuerpo, exponiéndola con sumisión y resignación. Y los foetes han sido los dictadores, militares y poderosos, abusadores de la mansedumbre criolla.

Tal conducta se acrecienta, y adquiere ribetes increíbles de entrega, cuando de todas partes del mundo nos humillan y nos llenan de acusaciones, presentando al país como un violador de tratados y compromisos internacionales, y de racistas si osamos negarle la nacionalidad a los miles de indocumentados que residen en el país desde hace años.

Tanto Haití como sus amigos internacionales, y con el apoyo de los países de la región caribeña cobijados en el inoperante Caricom, demandan y amenazan con sanciones al país sino hay rectificaciones del Tribunal Constitucional, en una franca violación de los derechos soberanos del país, que ni siquiera puede hacer uso de la potestad que otorga la Constitución vigente, presionando a violentar la separación de los poderes para que se acceda graciosamente a otorgarle la nacionalidad a miles de indocumentados, que en su país de origen ni siquiera son seres humanos registrados y se les exigen que demuestren su origen y lo deben reclamar frente a organismos haitianos inexistentes.

Ahora, el síndrome de pompi de los dominicanos se fortalece por la convicción que existe en todas las cancillerías de los países de la Tierra, del alto grado de corrupción que existe en la dominicana, que se refleja en el excesivo número de funcionarios y empleados de menor cuantía, que ni siquiera pueden presentarse en el país donde fueron designados, ya que no los aceptan por estar por encima del número admisible.

Y nos seguirán atacando, mientras el Gobierno se muestra vacilante en proceder a la limpieza de la Cancillería, ya que al ser un botín político de los reformistas, no se les puede tocar a cuenta que ellos fueron el grupo opositor que más aportó al triunfo del PLD en mayo del 2012. Entonces, quitarle esa base de sustentación provocaría un colapso peligroso a la estabilidad, mientras tanto nuestros adversarios internacionales, en especial Haití, se siguen despachando con la cuchara grande e impulsarán con éxito todo tipo de condena en contra de Dominicana, que se ventile en cualquier foro o tribunal donde, si acudimos, lo hacemos muy mal preparados con escasos argumentos valederos y recurrimos al lloriqueo con el fin de que nos cojan lástima y el complejo de que todo el mundo nos ataca.

Y muchas veces se ignoran esas citaciones frente a organismos y tribunales internacionales, por la falta de seguimiento o desinterés de los funcionarios de la Cancillería, ya que están más ocupados en sus tejemanejes políticos; no les interesa prepararse para esas embestidas internacionales, que ahora serán más abundantes y de mayor frecuencia a raíz de la valiente y controvertida sentencia del Tribunal Constitucional, que se ha convertido en una papa caliente para el Gobierno de Danilo Medina, que cuenta con un espacio muy estrecho de maniobra para dejarla sin efecto por ser una sentencia definitiva, emanada del tribunal de más alto rango de las cortes.

Ignorar la aplicación de la sentencia 168-13 no sería pretender una cosa extraña en la burocracia enquistada en los gobiernos criollos, que es una experta en esas maniobras y podría ser un escape. Pero al estar involucrado el interés haitiano de insertar pacíficamente a sus nacionales en la patria dominicana, presionaría permanentemente al gobierno dominicano para que acepte reconocer a los miles de haitianos, que sin ninguna identificación, pululan por todos los rincones del país.

Además, Haití cuenta con el favor internacional, no solo de sus potencias amigas, sino de la comunidad negra del Caribe enrolada en Caricom, a la cual supuestamente el país pertenece, pero es notorio que Dominicana es un parche mal pegado, en que esas islas inglesas o francesas con población de color, no les interesa contar en su membresía con una nación con tan malas relaciones con sus vecinos isleños.

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