El síndrome del tercer lugar

El síndrome del tercer lugar

FARID KURY
Aunque el licenciado Amable Aristy Castro apareció en la última encuesta Gallup- Hoy con 14 por ciento, lo que significaba un repunte con relación al porcentaje obtenido por el PRSC en la pasada campaña electoral, que fue 8 por ciento, la verdad es que al final no superará el 10 por ciento.

En la medida en que se desarrolla la campaña electoral y la polarización se acentúa entre los candidatos del primer y segundo lugar, el del tercer lugar pierde puntos y prácticamente sale de la competencia. O sea, la polarización se traga a la tercera fuerza, empujándola hacia un lugar distante del segundo lugar.

El electorado no respalda al que de antemano se sabe perdedor. Por eso, lo primero que buscan los estrategas es posicionar al candidato como una opción real de poder con capacidad de vencer los obstáculos y triunfar.

Hasta el menos conocedor de los asuntos electorales sabe que el PRSC, tras varias divisiones, está en una bancarrota electoral como pocas veces vistas, y que su candidato presidencial no reúne las cualidades necesarias para hacer un papel medianamente aceptable.

No es carismático, no tiene buen discurso ni buena imagen. Lo único que exhibe es una capacidad de agenciarse votos en base al clientelismo, lo cual puede resultar efectivo y hasta decisivo en una contienda interna, pero nunca en una nacional. Así no podrá salir de un lejano tercer lugar.

Lo dicho no es nada nuevo. Fue lo que le ocurrió al PLD en 1994 cuando aún llevando un candidato de la reciedumbre política y moral del profesor Juan Bosch obtuvo sólo 14%. La polarización electoral entre los doctores Joaquín Balaguer y Peña Gómez sacó al PLD y su candidato de la competencia. El 85% del electorado votó por ellos.

Fue también lo que le ocurrió al PRSC en 1996 cuando llevando a Jacinto Peynado y estando en el poder, granjeándose al menos el apoyo de los empleados públicos, apenas llegó al 15%. La polarización entre Leonel Fernández y Peña Gómez anuló a Jacinto Peynado.

En el 2000 las cosas fueron diferentes, porque en ningún momento se vislumbró con claridad quién era el candidato que ocupaba el tercer lugar y quién el segundo, si Danilo Medina o si Joaquín Balaguer. Ninguno pudo despegarse del otro. En esas elecciones, extrañamente la polarización fue entre el segundo y el tercer lugar, lo que llevó a Hipólito Mejía a un triunfo en primera vuelta.

Pero en el 2004 la historia fue como 1994 y 1996. En un momento el ingeniero Eduardo Estrella, siendo aún precandidato alcanzó un posicionamiento de 29 por ciento, pero al final la polarización entre Hipólito Mejía y Leonel Fernández lo eclipsó de forma tan contundente que no pasó de un dígito, obtuvo apenas 8 por ciento. Es decir, en el trayecto perdió 21 puntos. En esa caída estrepitosa influyeron también las divisiones y las debilidades del candidato.

Evaluando con objetividad el actual panorama electoral es fácil concluir que eso exactamente ocurrirá con el señor Amable Aristy Castro.

La polarización entre el PRD y el PLD será mortal para él. Estas elecciones están claramente definidas. O se elige a Leonel Fernández y el PLD o a Vargas Maldonado y el PRD. En ese escenario es poco lo que hará Amable. Su espacio cada día se achicará más, y al final le pasará lo que a Eduardo Estrella en el 2004. Obtendrá menos que un 10%. No pasará, dirían los economistas, de un dígito. Definitivamente se trata del síndrome del tercer lugar.

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