El síndrome vaca loca

El síndrome vaca loca

Es algo indecible que después de que surgiera el síndrome de la vaca loca en Inglaterra en 1996 y luego en Francia, Holanda e Irlanda en el año 2000, hoy aparezca en Estados Unidos, aun con todas las barreras sanitarias que impusieron los norteamericanos.

Aunque son pocas las personas que han tenido la enfermedad Greutzfeldt Jacob, la forma humana de encefalopatía bovina (BSE), a nadie le gustaría volverse loco y morir por ella.

El síndrome de la vaca loca aparición inicialmente en Inglaterra y esto ayudó bastante a la industria avícola por los sacrificios sin provecho de muchas cabezas de bovino de edad avanzada, más que el público consumidor dejó de comer carne roja y cambió a pollo. Estos efectos se sintieron por un año, luego la gente comenzó a comer carne roja de nuevo, pero algunas personas no y otros se convirtieron en vegetarianos.

Evaluar las pérdidas que tendrá la industria cárnica de USA, hoy será imposible, pues habrá sacrificios, descensos de las ventas nacionales e internacionales y desconfianza en el consumidor.

En Francia a finales del año 2000 el consumo de la carne roja cayó más del 36% y la producción se redujo en un 29%. En ese período la producción de carne de pollo permaneció invariable. En Alemania el consumo de carne cayó un 50% y el precio cayó un 40%. Definitivamente la confianza en la carne roja como un producto seguro bajó.

El síndrome de la vaca loca comenzó en Inglaterra, después en Francia, Holanda e Irlanda. Sin embargo a fines del año 2000 hubo problemas de fiebre aftosa en Sudamérica. La fiebre aftosa afecta al ganado Bovino, porcino y ovinos. Para principios de marzo de 2001 se habían sacrificado 400 mil animales en las áreas infectadas por fiebre aftosa. A la vez se habían identificado 200 mil animales más, también para el sacrificio.

En los casos de Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay, en el año 2001, se afectó negativamente las ganancias, en relación al consumo de pollo. Dado que no se podía exportar ganado y este tuvo que ser vendido a precios muy bajos, entonces le hizo ronchas a los costos del pollo, que bajó en cada uno de los mercados internos de los países mencionados.

En nuestro país y en Centroamérica esta surgiendo la quimera de que la carne de pollo va a ganar mucho a expensas de la carne roja. La experiencia previa en Inglaterra muestra que hubo un importante aumento en el consumo de pollos y pavos, pero solo por un año.

Entonces los costos de producción se incrementaron entre el 5% y el 15%, debido a la prohibición de usar productos de origen animal en los alimentos balanceados de pollos y pavos.

El mercado de pollos está en una malísima condición y el desbalance económico de nuestra República Dominicana promete más problemas a todos los sectores en el futuro inmediato.

Qué podrá haber de malo en desear que desde Alaska hasta Cabo de Hornos dejen de comer carne roja y en vez de eso consuman pollo? Esto no sería el Génesis de la verdadera industria avícola en Centroamérica y el Caribe para que exporte muchos pollos a Estados Unidos y Sudamérica este año?

La respuesta simple y obvia está en que la incipiente industria avícola de Centro América y el Caribe, debe aprovechar cualquier oportunidad para avanzar; incluso a expensas de otros sectores. En fin cuentas la industria avícola no es ni será responsable de las crisis de la carne roja y si la gente la reemplaza por el pollo, pues que bueno…

Pero si analizamos la situación más a fondo, observaremos que la verdadera crisis está en que el público consumidor a nivel mundial pierde la confianza en la industria de los alimentos de origen animal para consumo humano, debido a que aparentemente no hay seguridad en estos nutrientes.

Si el temor mundial a la carne roja sigue creciendo, fácilmente se puede traducir a todas las carnes, incluso a la de pollo; y nuestro país no estaría exento a esta realidad. Más aún cuando tenemos una economía tan inestable que si pudiese estabilizar el precio del dólar al 55 por uno en los meses por venir, esta daría un palo, pero esto incidirá negativamente en la importación de los insumos avícolas y en la modernización de plantas, galpones y equipos para incrementar la producción agropecuaria.

El costo será demasiado caro, si el consumidor le pierde confianza a lo que está comiendo. Es por eso que en este momento crítico de la economía dominicana especialmente, es oportuno asegurarle a los consumidores que los productos comestibles de origen animal son seguros, como realmente lo son. Es apropiado mostrar los avances que se han hecho para la seguridad de los alimentos, no solo en pollos, sino en las demás carnes.

Este no es un momento de sacrificar a la industria de carne roja; no pasará mucho tiempo antes de que los consumidores dejen de comer la carne blanca también.

No echemos por la borda tantos años de sacrificio, en pos del desarrollo del sector agropecuario nacional, que al igual que los demás sectores productivos y sociales han sido carne de cañón en este último cuatrienio.

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