El sino de si no

El sino de si no

PEDRO GIL ITURBIDES
Con frecuencia leo en la parte trasera de vehículos de grandes firmas industriales, el siguiente letrero: “Yo manejo bien, sino llame al teléfono tal”. Hace poco encontré un quiosco de promoción de una empresa multinacional fabricante de pañuelos desechables y productos similares, con una falta vergonzosa.

El quiosco, situado en la parte interior de varios supermercados, llamaba a participar en un concurso. El texto explicaba que por la compra de un número determinado de los varios artículos de la firma, se podían ganar equipos consignados en la promoción. Pero lo escrito adolecía de concordancia de número.

Al revisar avisos publicitarios en nuestros grandes diarios, encuentro faltas gramaticales que no debían cometerse. Un aviso previamente elaborado en un departamento de arte de una publicitaria, es revisado por mucha gente.

Y no sólo éstos, sino letreros como el de la firma multinacional, impreso a todo color en cartones acrílicos. Tales impresos utilizan procedimientos de fotografiado digital que requieren la revisión del productor o distribuidor, de su agente publicitario y de quienes los elaboran. ¿Cómo explicar las faltas?

Es el sino del sistema educativo. En otras palabras, el sino, o destino, de si no.

La Ley de Educación Superior, Ciencia y Tecnología contempla la realización de una “prueba diagnóstica inicial de orientación y medición”, a quienes concluyen el Bachillerato. A lo largo de varios años se han aplicado cuestionarios elaborados por una firma española especialista en el área, en busca del instrumento de “orientación y medición” adecuado.

Hace poco, al celebrar una sesión del Consejo de esa Secretaría de Estado, se presentaron los resultados iniciales de la prueba. La media obtenida en relación con los aprendizajes relacionados con las matemáticas, la lengua española, y las ciencias sociales y naturales, está bajo un 50% del potencial aprehendible.

Los factores a los que puede achacarse esta debilidad, son muchos. Varias ediciones de la revista “Educación”, de la Organización de Estados Americanos (OEA), fueron dedicadas al fenómeno. La publicación reproducía estudios aplicados en naciones del continente, incluidos los Estados Unidos de Norteamérica, en el decenio de 1980. Pero el estudio abarcó un período mayor, de años anteriores y posteriores. Quienes llevaron a cabo las indagatorias apuntaron hacia un indicador clave, el gasto público.

Entre los estadounidenses, sin embargo, éste no era el factor determinante.

¿Qué, pues, estaba ocurriendo en el sistema? El estudio no lo señaló, pero nos atrevemos a decir que la desidia como sino del sistema, signó a la educación. Ese sino marcó a otros servicios sociales, que en los órganos de prestación, públicos y privados, se dejaron caer en la incuria. Hoy estamos preocupados. Tenemos razones más que suficientes para estarlo, pues las competencias de la globalización apuntan a bienes de consumo y uso, y a bienes y servicios de civilización.

En consecuencia, podría ocurrir que, si los niveles de aprovisionamiento de recursos al sistema educativo no se incrementan, no rescataremos la educación de su sino. A veces leemos que uno u otro de los servicios correlacionados con la educación pública, no tiene el apoyo necesario.

Discreta la titular de la Secretaría de Estado de Educación, mi amiga, la licenciada Alejandrina Germán, se abstiene de airear las dolencias. Pero es indudable que, bien inspirada como está, debe encontrar el apoyo a que es acreedora la obra de rescate que se requiere, para que una meta ideal pueda ser cumplida.

Aspecto al que dedico sueños, es el del profesor. Hemos de retornar a los días en que el docente se formaba en un ambiente de claustro, acogido a métodos de profesionalización integral. Porque la capacitación en servicio llena huecos parciales. Pero es a una más profunda e integral formación del docente, hacia donde debemos marchar.

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