El socialista sentimental

El socialista sentimental

«…Pero aquí lo grave es que el partido va perdiendo el respaldo de la gente, y después del respeto se pierde el voto…», apuntaba. Bustarviejo, el socialista histórico que por vertical y honesto no tenía un hueco en su partido. La frase resultaba demasiado familiar. Demasiado impactante. Parecía extraída de la realidad nacional. De la tragedia del PRD o mejor del PPH, que secuestró el socialismo democrático para su provecho. Pero le sirve y le viene de cajón a otros partidos, que hace tiempo perdieron el respeto de la gente.

La extraje, sin embargo, de u libro fascinante «El Socialista Sentimental» una novela sobre el desencanto político. Un relato que nos viene al dedillo adaptando las circunstancias y combinando personajes centrales, los mismos que aquí y allá juegan con la ilusión de los pueblos, y el sentimiento de los más ingenuos, que terminamos pagando sus felonías.

Francisco Umbral, su autor, nos trae en esta entrega una novela realista, no localista donde se mezclan utopías, fracasos y ambiciones que lidian por sobreponerse en una España insólita, mitad franquista, mitad socialista, que no alcanza su madurez.

El fracaso del gobierno del PSOE bajo el mandato de Felipe gonzález «un socialista sin principios», «donde la banca se ha comprado una democracia» y de una España atrapada dentro de un europeísmo «liberal, anticomunista y financiero», simpatizante de la OTAN, sirven de trasfondo al análisis crítico del «Felipismo que está destruyendo o privatizando las fuentes de trabajo y la riqueza», por un lado, y de una derecha tenaz que acecha, porque se cree dueña segura y única de España y que encuentra en Aznar, «de los aznares franquistas», «un tipo con pocas luces y mucho aguante que a veces son los más peligrosos».

Para Felipe, «la política es habilidad, alacridad, mentira, y si se quiere mentira honesta, pero sobre todo graciosa», y el peligro es que se quede en la gracia o se pasen de graciosos». Lo dicho contrasta con la percepción de los falangistas, Aznar a la cabeza, un funcionario aplicado, un funcionario del Estado, con un sentido patrimonialista de España, que no entiendo el juego de la democracia.

Entre estos dos polos políticos, se arrastra (los votos se cuentan, no se pesan) la base de los partidos, utilizada, fanatizada (depauperada) y el drama de los propios partidos y sus dirigentes, «más fieles y dedicados a la causa (partidaria) que a entender la causa» (de su existencia) Una victoria pírrica, que anuncia un fracaso a largo plazo, es más importante que la autocrítica, el reconocer los errores para aprender de ellos y renovarse porque sigue siendo más importante para los dirigentes, incluyendo los intelectuales, pertenecer a un partido, que estar fuera de él, independiente y limpio de conciencia.

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