El spam urbano

El spam urbano

POR EMILIO JOSÉ BREA GARCÍA
Este es un llamado a los síndicos de la provincia de Santo Domingo. A todos, el del norte, el del este y el oeste y también al del Distrito Nacional. Ojalá también se sienta aludido el gobernador de la super poblada provincia de Santo Domingo.

La ciudad, además de ser un real basurero pestilente es un agresivo basurero virtual.

Esta llena de informaciones no solicitadas. De opiniones inconsultas. De anuncios basura. Los hay faltos de ética y sin estética. Miles de anuncios comerciales cuelgan hacia el centro de las vías en permanente desafío a las normas municipales, al elemental equilibrio físico y al respeto mínimo por la ciudadanía. Todos se supone que pagan arbitrios a los respectivos municipios. Algunos nunca han pagado nada. Pero, los unos y los otros no tienen razón ni pueden justificar su agresión urbana y ciudadana. ¿Con qué derecho esos anunciantes colocan su basura comercial si el ciudadano común no necesariamente quiere recibir la información publicitaria que se muestra? Hay allí afuera colgando tanta desfachatez, tanto mal gusto, tanta desaprensión que más vale no mirar. Pero hay que mirar, principalmente si se conduce, buscando señales escondidas tras el aparataje publicitario, mimetizadas del silencioso escándalo que produce el indeseable «Spam» urbano que se adueñó de toda la ciudad sin dar a cambio nada de educación ciudadana colectiva, sin pedir permiso que no fuera económico y quizás solo por un intercambio personalizado o, en el mejor de los casos, particularizado de ediles y grupos partidarios.

La ciudad no puede seguir siendo una gran valla publicitaria, un escaparate indiscriminado de anuncios que ensucian el ambiente permanentemente, no sólo con su presencia sino con sus mensajes y meta mensajes. Note como se le abalanzan hermosas mujeres con despampanantes ropas de interior, hombres de aspectos muy viriles fumando, otros invitando a un trago sin importar la hora. Otros anuncios mienten desfachatadamente. Mienten con su mensaje y mienten con sus ofertas. Engañan. Son falsos. ¿Y en nombre de qué se permite esto? Recuperar las ciudades, hacerlas posibles, recuperar sus áreas verdes, sus espacios abiertos y públicos, debe ir más allá que la simple acción del saneamiento a la altura de nuestras miradas. Debe hurgarse en la lectura de la compleja siquis colectiva. Limpiar debe ser una acción profiláctica que penetre en la conciencia del conglomerado. Para mantener limpia cualquier ciudad, hay que limpiar la mentalidad de los que las ensucian y los anunciantes son los primeros generadores de basura. Así como poco a poco las frases de advertencia para el consumo de tabaco y alcohol van penetrando, así como la improbable frase «yo manejo bien» seguida de un número telefónico que nunca levantan, va calando poco a poco, debe ir madurando entre todos y todas, la idea de despejar la ciudad de basura informativa no deseada, de anuncios no solicitados, de gráficos sin control, fotografías nauseabundas, carteles agresivos y vallas apabullantes. Todos y todas bloquean paisajes, panorámicas y perspectivas urbanas atractivas ayudándonos a descubrir y redescubrir los posibles escenarios de nuestras ciudades que pudieran a su vez constituirse en llamativos también para los escasos turistas que no salen del asombro entre esta jungla de publicidad descontrolada.

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