El subsidio del gas

El subsidio del gas

VÍCTOR GULÍAS
Las autoridades del país deben meditar profundamente todo lo relacionado con la eventual eliminación del subsidio del Estado al gas licuado de petróleo (GLP), por las tremendas implicaciones económicas, sociales y medioambientales que tal medida acarrearía. Está por un lado la exigencia del FMI de que se eliminen los subsidios, y por el otro, la razón social del Estado de procurar el bienestar de la población, máxime en un país hambreado y sacudido por la crisis y el desempleo.

Quitar el subsidio al gas, implicaría que un cilindro de 100 libras pasaría a costar más de 1,200 pesos, lo que representaría una carga adicional para el consumidor, ya bastante agobiado por tantos impuestos, limitaciones y precariedades.

En cuanto a las implicaciones para el medio ambiente, ello sería fatal pues los más pobres tendrían que recurrir, de nuevo, al uso de la leña y de carbón vegetal para cocinar los alimentos, agravando la deforestación con el daño ecológico que conlleva.

De forma que la administración está frente a un difícil dilema: acoger lo pactado con el Fondo de eliminar subsidios para liberar más recursos con qué pagar la deuda externa, o dejarle esa brecha de respiro a la maltrecha y deteriorada capacidad de consumo del pueblo dominicano.

Para nadie es un secreto las implicaciones políticas de semejante decisión, pues al golpear con dicha decisión el bolsillo de los más necesitados y de la clase media, ello se traduciría también en una merma en la popularidad del gobierno, con su secuela respectiva.

Nuestra postura persona es que el Estado asuma el sacrificio necesario, y como forma de ayudar a la población, mantenga el subsidio al gas de cocinar, especialmente para las amas de casa y que los demás sectores que usan de forma comercial el combustible, paguen el precio justo y real pues, a fin de cuentas, obtienen beneficios con el GLP.

Es duro, riesgoso y hasta cruel apretar aún más el nudo alrededor del cuello del pueblo, agobiado por el desempleo, la carestía de la vida, la falta de circulante, la escasez de medios de vida, en fin, un país que aún no sale de la tremenda crisis que devaluó nuestra moneda y nos empobreció, aún más, a casi todos.

Y es que, señores, la gente se está cayendo a pedazos, y asestarle un nuevo y rudo golpe no sería auspicioso ni para el gobierno, ni para la paz social ni mucho menos para las depauperadas clases populares y media que son, a fin de cuentas, quienes pagamos los platos que otros rompen. Que se estudie bien cada ángulo de la decisión y se mantenga el subsidio al GLP.

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