“La Compañía Nacional de Teatro” de la Dirección General de Bellas Artes, presentó en la Sala Máximo Avilés Blonda, como cierre del marzo teatral, la obra inacabada de Federico García Lorca, “El Sueño de la Vida”, llamada así luego de su muerte.
El gran poeta y dramaturgo granadino solo escribió el primer acto de esta obra, el segundo y el tercer acto solo bosquejado, ha llevado a directores y dramaturgos a diferentes interpretaciones.
El director Fausto Rojas en un arrojo de valentía, convierte su imaginativa escritura dramática, en escritura escénica, poseído del duende de Lorca.
El título de la obra nos lleva a evocar la obra de Pedro Calderón de la Barca “La Vida es Sueño”, pero la realidad de Lorca no es siempre lo soñado. En el teatro se dan dos vertientes, la tradicional y la renovadora, influida de movimientos estéticos modernos, principalmente del surrealismo.
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En el primer acto -Una Comedia sin Título-realidad y ficción se complementan; un personaje, autor y director, se encuentra en escena ensayando su obra, y en un momento, se coloca en proscenio, cavila ante su responsabilidad -es el propio Lorca- y en un rompimiento de la cuarta pared, expresa al público lo que considera debe ser el teatro y su función ante la sociedad, más allá del simple entretenimiento, un medio para combatir el teatro burgués y convertirlo en reflejo de su tiempo, desde una perspectiva realista.
Dos personajes, evidentemente burgueses, colocados en platea, disienten de su perspectiva, el intercambio es fascinante. El inicio de la guerra lo cambia todo. Miguel Bucarelly, encarna al autor en su justa dimensión semántica en una actuación intensa, conmovedora.
Los actores de la compañía espléndidos, en sus parlamentos, imbuidos de la poética de Lorca, representan diferentes personajes -teatro dentro del teatro-. Dignos son de mención, por sus excelentes actuaciones, Manuel Raposo, Nileny Dipton, Canek Denis, Gilberto Hernández, Johnnie Mercedes, Pachi Méndez, Ernesto Báez y Wilson Ureña.
La inventiva de Fausto Rojas se decanta, dando un toque al final del acto, un momento emocionante… se escucha un disparo. Inicia la guerra…. Federico García Lorca ha muerto, y sus cenizas se expanden.
Segundo acto, el director como dramaturgista, ofrece un homenaje póstumo a Lorca; en la escena predomina el color negro y la luna creciente; símbolo recurrente de Lorca, -locura y muerte-, da sus primeros destellos, “La luna vino a la fragua/con su polizón de nardos”. Puertas en blanco se abren, los personajes salen a escena y en una actuación colectiva, evocan al gran poeta, escuchamos fragmentos de poemas que dedicaron tras la muerte de Federico grandes poetas de la época y de tiempos más cercanos. Recordamos algunos versos.
De Antonio Machado. “El crimen fue en Granada/Mataron a Federico cuando la luz asomaba/El pelotón de verdugos no osó mirarle la cara.
Rafael Alberti, “Elegía a un poeta que no tuvo su muerte/ la que a ti te tocaba… a sabiendas equivocó el camino.
Pedro Salinas. “Mataron al ruiseñor tan solo porque cantaba/Sobre los Cármenes nuevos está llorando Granada”.
David Romero en 1982, recuerda. “En un paredón de olivos/ Mataron a Federico/Cien gitanos, sombras negras/acompañan su martirio/La muerte me está mirando desde las torres de Córdoba.
En un lateral, las “Rezadoras”, a manera de poesía coreada, conformada por los actores y actrices, nos transmiten la magia del “Romancero Gitano”, el duende de Lorca se posa da vida oral, a este momento.
La escena cambia, se ilumina, es el tercer acto. Aparece la figura de Federico García Lorca, en otra transparencia… la eternidad, rodeado de sombras, de sus recuerdos y sus sueños, del Sueño de la Vida, al que se resiste a olvidar.
El actor invitado Luis Hacha, con voz pausada, gestos elocuentes ante lo inexorable y un lenguaje corporal a tono con su inmaterialidad, interpreta a Lorca desde otra dimensión.
Acompañado de su luna sempiterna, Lorca decide transitar por la etérea estancia y cual Quijote soñador, monta su caballo, inicia un nuevo rumbo… sin retorno. Excelente actuación del actor español, Luis Hacha.
En su periplo celestial, Lorca es acompañado de un coro celestial, en el que destaca la voz de Nileny Dipton. Excelente dirección de Nadia Nicola. La poética escénica, plural, es una sinfonía en movimiento, una correspondencia entre lo visual creado por las excelentes escenografías de Fidel López, y el drama, en el que se desborda la creatividad y el talento, de Fausto Rojas.
La Compañía Nacional de Teatro, escribe una página brillante de su historia, un sueño hecho realidad. Felicitaciones y que continúe esa senda ascendente, sin pausa.