El sueño dominicano

El sueño dominicano

La inocencia, el dejar hacer, la permisividad, el descreimiento, el exceso de confianza han formado parte del sueño dominicano que, en algunos desgraciados episodios de la historia hemos vivido unas veces como ocupación extranjera, otras como invasiones militares de conquista feliz y valerosamente enfrentadas, abortadas y derrotadas.
La accidentada historia de las constantes amenazas haitianas por ocupar ya sea por la conquista pacífica o violenta de nuestra historia, está llena de altibajos, pero siempre hay una constante, para los haitianos vivir “el sueño dominicano” ha sido su primera prioridad.
Mi madre, Nieves Consuelo Piñeyro de Gautreaux, quien nació en Barahona el año de 1910 me contaba que en su infancia los haitianos estaban tan dentro del territorio nacional que ocupaban pueblos tales como el hoy Enriquillo era conocido como Pititrú y el hoy Paraíso como Paradis. El mercado del pueblo de Barahona era conocido como el marsé. Así se pronunciaban los nombres de esos pueblos y del mercado municipal, independientemente de si están o no bien escritos en idioma francés.
Hay períodos de nuestra historia que se leen con las páginas ensangrentadas por la barbarie de dirigentes haitianos, ejercida durante el siglo 19 en su afán de conquistar por la fuerza la parte de la isla que ocupamos los dominicanos.
En el juego de carambolas, naciones como Estados Unidos, Francia y Canadá taquean pretendiendo convertir las dos naciones en solo una cubierta por una misma bandera.
Por ello se ayuda a Haití a sobrevivir, nada más que a sobrevivir, para que huyan de la miseria y empujarlos a intentar vivir el sueño dominicano, para lo que deben atravesar la frontera y ubicarse aquí a como dé lugar.
Don Sócrates Nolasco convirtió su experiencia de trabajo en la frontera, en una gran reseña de lo que se denominó como la “dominicanización” fronteriza la cual se ejecutó mediante la tarea de establecer e identificar, definitivamente, la frontera dominico-haitiana.
Se asentaron ciudadanos dominicanos en zonas donde eran instalados en villas dotabas de casas y tierras para que vivieran y poblaran la zona limítrofe con Haití.
El problema fundamental estriba en que las riquezas que podemos poseer no son tan grandes como para que haya oportunidad de compartir.
Ahora que haitianos ocupan territorios que abandonan los dominicanos por falta de una política migratoria, repito las palabras de Juan Daniel Balcácer dichas el jueves último:
“Ustedes leyeron en la prensa, que hay unos pueblitos que han sido ocupados mayormente por haitianos, que han desalojado a los dominicanos; si no tomamos control sobre esa situación va a ocurrir lo mismo que sucedió en 1795, cuando Toussaint Louverture ocupó cinco pueblos dominicanos y que, al cabo de cuarenta años, perdimos esos territorios y después tuvimos que cedérselos a los haitianos”.

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