Aspectos tan relevantes como el sueño y el estrés aportan su cuota en nuestro deterioro metabólico.
Es entendible que el encierro en sí mismo genera ansiedad. Cuando abordamos el estrés destacamos la existencia de diferencias en el estrés, un estrés positivo y un estrés negativo. El estrés positivo agudo es aquel que nos lleva a estar en alerta, que nos condiciona para la auto preservación.
Conformado por mecanismos hormonales primitivos garantes de la supervivencia de la especie.
El disestrés o estrés negativo crónico condicionado por realidades que se escapan de nuestras manos e impactan nuestra dinámica, es una situación que conduce a la producción de hormonas con capacidad de alterar el metabolismo de los carbohidratos. Las grasas se ven afectadas en su cantidad y disposición.
Estas alteraciones tendrán repercusiones detrimentales en el tiempo al incrementar nuestro riesgo cardiovascular asociado al desarrollo o empeoramiento de síndrome, metabólico, dislipemias, obesidad, hipertensos y todas sus complicaciones.
La alteración del sueño ya en su calidad o cantidad independientemente de su génesis, cobró su parte. El no alcanzar un periodo mínimo de 6 horas adecuadas de sueño continuo expone al individuo a la activación de mecanismos hormonales francamente obesogénicos.
Respuesta al estrés en el tiempo:
Corto plazo:
• Aumento de la frecuencia cardíaca y presión arterial.
Largo plazo:
• Aumento de colesterol, glucemia plasmática, incremento en la grasa del abdomen.