El suroeste

El suroeste

Bonaparte Gautreaux Piñeyro

Don Raúl G. González anunció una importante serie de obras a construir por el Gobierno del Generalísimo Trujillo, para la conmemoración del cincuentenario de la elevación de Barahona como provincia. 70 años después algunas de esas obras están pendientes de planos, presupuesto, localización y decisión, ¡lástima! Está por cumplirse el sueño de mi tío, el ingeniero Tomás Michel Piñeyro, de una represa que terminara con las avenidas anuales del rio Yaque del Sur, que inundan a Jaquimeyes, Peñón y Palo Alto.

En el sueño había una red de canales para desalar las tierras que van, desde Palo Alto a la frontera por Jimaní y Descubierta, los cuales obrarán el milagro de juntar al hombre y las aguas para convertir la zona en un vergel.

En una palabra, se sabe desde hace mucho qué hay que hacer para convertir el Suroeste en una zona productiva, donde el hombre, con un orgullo espinoso y sereno como el de las bayahondas, obtenga mejores y mayores frutos por el sudor de su trabajo y sus esfuerzos. Me resultó emocionante escuchar al presidente de la Republica, el amigo Luis Abinader, a quien en lo adelante habrá que llamar el señor Licién, se acabó el tiempo del mandatario apellidado Leván a construir, Leván a dar, ante el Licién el hospital, Licién la carretera…

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Con un derroche de energía y con planes, gestiones y una dedicación permanente, el Gobierno del Cambio, sin prisas, pero sin pausas, dice, hace, oye, ve.

¿Y de dónde saca tanto dinero para las obras que termina, para las que inicia, para las ya iniciadas y para las proyectadas?

Ahora hay una mejor política en la gestión de la Dirección de Impuestos Internos, una más eficiente gerencia en la Dirección de Aduanas, una celosa vigilancia sobre la aplicación de los recursos públicos, un seguimiento exigente de los fondos provenientes de préstamos, y una alerta permanente para descubrir y castigar la corrupción.

De Azua y San Juan hasta la frontera, los senadores y diputados, los alcaldes y autoridades civiles de cualquier rango, los dirigentes políticos y cívicos, tienen la obligación convertirse en veedores que vigilen, sin descanso, la ejecución de las obras cuyos fondos sean de procedencia estatal, deben también reclamar cuando haya alguna anormalidad, que no se alegue ignorancia y que, en pro de la transparencia, los responsables de las construcciones e inversiones públicas ofrezcan las debidas explicaciones e informaciones a los ciudadanos. La semana pasada le escribí a José Ignacio Paliza y a Carolina Mejía, “ustedes representan la nueva generación, la nuestra cumplió su deber hasta enfrentar a los invasores norteamericanos en Abril de 1965. Ustedes representan la nueva generación. Les hemos pasado la bandera, ¡hónrenla!”