El tabaco es fuerte

El tabaco es fuerte

HAMLET HERMANN
Disfruto mucho cuando tengo que admitir ignorancia sobre un tema. Por esta razón hoy reconozco que no entiendo las medidas de las autoridades en relación con el tabaco y sus derivados industriales. Quizás la razón de todo esto reside en que mi boca nunca se ha juntado con un cigarrillo y, además, rehúso aspirar humo contaminado ajeno.

El gobierno actual sorprendió hace poco tiempo cuando rebajó los impuestos a los productos del tabaco y del alcohol. Como norma, los administradores del Estado reducen esta forma de tributo cuando quieren estimular el uso de algún producto o servicio. Pero hasta donde tengo entendido, el tabaco es la causa principal de la muerte del 7% de los dominicanos. No se me ocurre pensar que el gobierno del Partido de la Liberación Dominicana esté patrocinando un exterminio que produzca más víctimas en un año que la cantidad de militares estadounidenses caídos en la guerra de Irak. Pero las evidencias apuntan a que entre los tramoyistas de la política se llevan a cabo acciones conscientes para beneficiar a la industria tabacalera que violan los acuerdos contraídos por el Estado dominicano con la Organización Mundial de la Salud.

Lo de la reducción de impuestos fue a principios de año y pudo pensarse que ese era el final de un proceso. Sin embargo, ahora, los medios de comunicación llaman a aplaudir la decisión del presidente Bush de Estados Unidos al vetar una ley que hubiera impuesto un gravamen al tabaco que ingresara a territorio estadounidense. Para provocar nuestro alborozo se dice que más de 150 mil personas dependen directa o indirectamente, de la producción y el procesamiento del tabaco. Escuché atento, pero antes de que mis palmas empezaran a batir procedí a hacer un ejercicio aritmético elemental. Siempre suponiendo que las cifras ofrecidas por los productores de tabaco y la Organización Mundial de la Salud son absolutamente ciertas, por más contradictorias que sean. ¿Pueden compensar los empleos de 30 mil personas la muerte de 2 mil semejantes? Los que tienen alguna habilidad para trabajar el tabaco cuentan siempre con la oportunidad de “buscársela” por otro lado aunque no sea en las mismas condiciones. Pero el que pierde la vida por ser fumador no tiene otra opción que dejarse llevar hasta la tumba.

Siendo así las cosas, encontré una gran similitud entre la filosofía de la industria del tabaco con la filosofía de la industria de la guerra. Cada uno de estos sectores sabe a plenitud que sus productos pueden causar algún tipo de satisfacción y goce a fumadores y guerreristas. Pero también están conscientes de que un alto porcentaje de sus usuarios son proclives a perder la vida mientras siguen las instrucciones que recomiendan en sus productos. No en balde la Organización Mundial de la Salud difunde el lema que dice: “Tabaco: mortífero bajo cualquier disfraz.” Y ha logrado que se instaure en el mundo el 31 de mayo de cada año como Día Mundial sin Tabaco.

Con las medidas tomadas a favor de la industria del tabaco los gobernantes dominicanos obvian que son signatarios del Convenio Marco para el Control del Tabaco. Al firmar aquello, admitieron que ese producto es la causa de muerte de 5 millones de personas cada año en todo el mundo. Si se arman aspavientos enormes e inagotables por el llamado “holocausto” judío realizado por los alemanes durante la segunda guerra mundial, no acierto a imaginar qué podría decirse sobre este holocausto que ocurre un año tras otro y no muestra señales de que va a detenerse.

Admitamos que la industria del tabaco y los gobernantes que hemos tenido mantienen vínculos íntimos. Pero de ahí a contribuir con la muerte de ciudadanos cuando no se es capaz de poner en marcha un sistema de seguridad social que beneficie a la población más necesitada, el trecho es largo. Luego de los casos de contubernio abierto entre la industria tabacalera y los gobiernos de Guatemala y de México en el pasado reciente, no quisiéramos que República Dominicana se viera incluida en esa desgraciada lista de cómplices en el exterminio de aquellos infelices que no pueden resistir la ansiedad de fumarse un poco de muerte muchas veces al día.

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