El Grand Palais Gran Palacio, nacido en 1900, es una enorme construcción histórica. Absolutamente inesperada es la presencia en ese lugar sagrado, de una colección de tags y graffitis aunque la hospeda en el monumento una galería, larguísima como un pasillo descomunal, poco conocida y en vía de restauración. Por tanto el entorno, algo bruto en comparación con las demás salas, no desentona con obras singulares, habitualmente vistas como sinónimo de arte salvaje o graffiti vándalo.
Acerca del tag. Es innegable que el tag, que también se escribe T.A.G (tag and graff, o sea marca y grafismo) intriga y fascina, cubriendo los metros de Nueva York, las empalizadas del Louvre en curso de remodelación, hasta alguno que otro elevado de Santo Domingo. Se trata de un auténtico código escritural que emparenta a los taggers y llama la atención inmediatamente, a menudo acompañado de otros signos y figuras.
En principio, esos letreros desafiantes están prohibidos y aun perseguidos, siendo considerados como una agresión al ornato de la ciudad. Ahora bien, del mismo modo que el verdadero tag utiliza una determinada signografía, cual sea la lengua del autor, parece que existe un códido interno de conducta y que no se debe trazar graffitis sobre las casas residenciales ni los monumentos!
A menudo identifican el tag como una práctica norteamericana, el subway art, que empezó unos cuarenta años atrás. No cabe duda que abunda en Estados Unidos, donde algunos de esos irrespetuosos grafiteros han conocido la celebridad, siendo el más conocido, el invaluable pintor y permanente ícono universal, Jean-Michel Basquiat. Sin embargo ese muralismo efímero y rebelde, con spray y marcadores, se ha diseminado por todo el planeta. Lo demuestra la exposición presentada en París, la cual ha tenido tanto éxito que fue prolongada.
La exposición. ¿Cómo pudo organizarse una exposición con graffitis originales sin transportar los muros? Esa hazaña se debe a la iniciativa de un arquitecto francés, Alain-Dominique Gallizia, que expresa lo siguiente: En los muros, florecen de ahora en adelante los nuevos soportes de un arte inscrito de manera salvaje y condenado a desaparecer. He querido reparar esta injusticia.
Un conjunto deslumbrante, riquísimo en motivos, colores y variaciones, pero ahora en cuadros, un soporte igual y una misma dimensión. Una exposición con un montaje simple, que propone un arte distinto, libre, personal y divertido.
Cada obra propicia un goce reiterado, un descubrimiento, una sonrisa, pues esos artistas suelen integrar humor y caricatura, siendo la palabra omnipresente, acompañando o casi sustituyendo a los elementos figurativos.
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Artistas marginales
La iniciativa lucía arriesgada pero esos artistas callejeros aceptaron, entrando así en la historia del arte, ¡ellos los marginales y marginados! 150 oriundos de cuatro continentes fueron invitados a pintar sobre una doble tela horizontal, de 1.80 metros de largo y 60 centímetros de alto. Un tema también aceptado por todos el amor, y sobre la otra parte su firma. Se les dieron los materiales, un taller cerca de París y tres días Cumplieron encantados, sin inhibición alguna, como si estuvieran pintando en la calle, ¡aunque con más sosiego! El resultado es una colección formidable que nunca se venderá y quedará como un documento-, la Colección Gallizia, ahora está expuesta.