El talante de los parientes seibanos (I)

El talante de los parientes seibanos (I)

Pedro Morales Ubiera (Perucho) es uno de mis personajes favoritos. Permítanme aclarar “uno”, porque si fueran muchos aquellos que me despiertan simpatías con sus chistes y ocurrencias, tal vez alcanzaría a quienes no deseo ofender destacando preferencias.

Perucho, cuñado, de quien he escrito en otras ocasiones, pertenece a una generación de gente sana, repentista, integrante de una progenie que se despide.

Recuerdo entre otros seibanos al realizador excepcional don Fredy Beras Goico y la destacada y singular figura del ex vice presidente de la República, Carlos Rafael Goico Morales, que nos sorprendía de vez en cuando con ocurrencias como: “Yo no tengo grandes posesiones. Sólo cuento con un revolcadero de burros” y sus repentes pícaros saboreados: “Tú comprenderás hasta dónde podemos. Conoces que su “Excelencia” sabe tomar bien sus decisiones”, mientras remarcaba: “Excelencia”.

El domingo pasado decidí visitar a Perucho con su sobrino, mi hijo Fernando Rafael, y lo encontramos sumamente delgado, en precariedad de salud.

Sin embargo, mantiene su estado de ánimo y su capacidad de humor, cuentos y picardías como en sus mejores tiempos.

Perucho se ha ganado el aprecio de su pueblo, y aunque partió muy joven de la localidad, los vínculos de familia y de amistad se mantienen inconmovibles aquí y allá. Uno de sus nexos entrañables lo fue con Ostermán Cotes Morales (Temo), músico y administrador de correos por largo tiempo, y en su oportunidad colocó al pariente a servir en esas oficinas. De esta manera contribuía a la asistencia del pariente, pues mi cuñado era huérfano de padre y madre.

Para aquellos días el horario de trabajo oficial era sumamente corto y los primos se acostumbraron a salir a campos cercanos todos las tardes, a pie, a dos o tres kilómetros. Iban cantando todo el trayecto de ida y vuelta, entusiasmados.

El cuñado relata que un amigo apodado Bomboche le regaló a don Temo una vaca, por su amor al campo y a los animales. Fue tal la alegría que el agraciado bautizó, de inmediato, al bovino con el nombre de “Primera”. Fue un gran júbilo para ambos, y decidieron cambiar sus temas musicales que los acompañaban en ida y vuelta, por la siguiente estrofa:

“Tengo una vaca lechera. / No es una vaca cualquiera. / Se pasea por el prado, / mata moscas con el rabo. / Tolón, tolón. Tolón, tolón.

(Continúa).

 

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