En la Gran Bretaña se beben unos 165 millones de tazas de té al día, y allí, más que una costumbre es un signo de distinción y socialización. Para lo asiáticos y los ingleses tomar el té es más que una bebida: para los asiáticos es de forma principal un signo de relajación o una forma de meditar, para los ingleses significa relación, socialización, reunión entre amigos. En ambas sociedades es más bien una “actitud de vida” y cada detalle y hasta el más mínimo gesto tiene una razón de ser. El té como entidad social, proviene de un vocablo chino que significa un ambiente tranquilo y la infusión de hojas secas y molidas, con una tradición de más de 4,000 años.
Son tantas las alternativas que se le pueden dar al té, lográndose un espectro de sabores contenidos en una taza que es como una ventana a otra dimensión. En el ritual inglés, el agua deber estar a 80 grados, justo antes de que hierva. Luego hay que dejar las hojas molidas reposar unos tres minutos en una tetera de hierro o de plata para que no pierda intensidad en su sabor y su aroma. Asimismo, es posible una mezcla de sabores: cítricos, dulces, amargos, afrutados, etc. Debemos aceptar que tomar el té está asociado a valores como la dignidad, la honestidad y el respeto. Cuando el Big Ben marca las 5 de la tarde en Inglaterra, se inicia el ritual en grandes grupos sociales.
Tomar adecuadamente el té es incompatible con las prisas de la cotidianidad y requiere de una liturgia que nos permite apreciar cada matiz. Mi experiencia particular con el té inglés, la más elegante al menos, fue en el Palacio de Buckingham, con la reina Isabel y gran parte de la familia real, incluyendo a Lady Di (EPD) y sus respectivos consortes. En la oportunidad fuimos invitados junto a otros miembros de la Embajada Dominicana en Londres, a un “Afternoon Party”. Iniciado el ritual en los jardines del palacio real con la toma del té, estuvo acompañado de una exquisita pastelería, para luego pasar al Champagne. En la ocasión elegí mi sabor preferido que es el té Earl Grey, el cual, desde ese entonces, degusto diariamente.
Con el té en Londres, por delectación está también nuestra experiencia en el hotel Ritz (Piccadilly), el cual, debo reconocer, es lo más distinguido que yo he conocido fuera de la primera experiencia con la realeza inglesa. En cada viaje a Londres visitamos el Ritz, que es el único hotel en el Reino Unido que tiene un sommelier certificado específicamente en té, el señor Giandominko Sanu, originario de Sardiana, Italia. Hemos tenido la suerte de compartir sus experiencias, al él gentilmente recibirnos en el glamoroso Salón Palma Court del hotel. Esto, junto a una orquesta de cámara que con música suave hacen del momento un ritual muy elegante, con una atmósfera muy señorial. En nuestra última visita nos recomendó el té chino del Ritz, a este muy famoso té lo hacen reposar en barricas de bambú bajo tierra durante 50 años.
El pasado mes en nuestra visita al majestuoso Londres, tomamos también el té en el hotel Dorchester, en My Fair, por igual muy señorial, es en verdad una escapada a la rigidez que impone la rutina y el estrés, para así disfrutar en armonía con uno mismo y con el mundo. A pesar de haber disfrutado muchísimo de esta experiencia en el hotel Dorchester, para mi gusto, sigue siendo el Ritz el más tradicional. Es muy grato el disfrutar de los pequeños canapés, las variadas mermeladas, la crema de Devonshire, bolleras y galletas, etc. El té Earl Grey es un tradicional blend, elaborado con té negro (de la India y Sri Lanka) aromatizado con aceite de bergamota, es una mezcla muy clásica. Con respecto al té hay mezclas para todos los gustos: canela, clavos, cítricos, naranja, limón, cidra, pomelo, etc. Mis hijos mayores Alejandro y Carolina, a su regreso de Europa de su luna miel, me obsequiaron algo que ellos saben disfruto al máximo: una taza-tetera con su colador integrado, acompañada de una funda de las hojas de té molido de mi preferido, el Earl Grey y el libro “Súper inteligencia” del famoso neurocientista inglés Nick Bostrom. Les confieso a mis amables lectores que esa acción combinada de degustar un tibio “cup of tea” y una agradable lectura motivante, combinación que se convierte por el inmenso placer desatado en mi cerebro, en una gratificante ceremonia testimonial.