El teatro populista latinoamericano

El teatro populista latinoamericano

Orlando Jorge Villegas

El “socialismo del siglo XXI”, como llamó Hugo Chávez a su revolución política, y que ahora Nicolás Maduro trata de continuar, ha logrado el apoyo mediático e ideológico del castrismo y de los demás actores del teatro populista latinoamericano, en base a prebendas, que tienen a Venezuela al borde del colapso económico.

Aplicando los elementos de la “sociedad disciplinaria”, como llamó Foucault a los sistemas políticos que emplean mecanismos de opresión, control social y manipulación mediática, Maduro ha suprimido las libertades públicas, a tal punto que han sido necesarias las voces de ex presidentes como Andrés Pastrana (Colombia), Felipe Calderón (México), Sebastián Piñera (Chile), y, más recientemente, Felipe González (España), entre otros miembros del Club de Madrid, para llamar la atención de la opinión pública internacional sobre las acciones antidemocráticas del sucesor de Chávez.

El pasado domingo Felipe González llegó a Caracas para reunirse con los líderes de la oposición, y asistir a Leopoldo López en la audiencia que iría a ser celebrada el 10 de junio. Antes de la llegada del ex presidente español, los chavistas habían enfilado sus cañones declarándolo “persona non grata”, impidiéndole asistir a la audiencia.

Por demás, Maduro suspendió su visita al Papa Francisco durante el fin de semana, supuestamente por recomendaciones médicas. Se especulaba que Su Santidad le pediría la libertad de los opositores encarcelados. Y ante tal eventualidad, Maduro prefirió no hacer el ridículo escuchando las súplicas papales.

Sin contar el error de no haber visitado a Francisco, el gran fallo de Maduro y sus asesores ha sido prohibir la visita de los ex presidentes a López y Ceballos, confirmando así su talante despótico. Ni hablar de cuando desnudaron a Lillian Tintori, esposa del líder de Voluntad Popular, para ver a su marido encarcelado. Un “allante” hubiese sido una estrategia inteligente para cambiar la percepción del autoritarismo chavista.

Todas estas acciones de Maduro son presentadas bajo la justificación de no permitir la intervención extranjera en asuntos internos. Los Estados, como soberanos, tienen la facultad de dirimir sus conflictos sin intrusión foránea. Pero lo de Venezuela ha llegado a un nivel tal, que como dice Teodoro Petkoff, “hasta las bases del chavismo le preocupa que el gobierno que defienden, que su gobierno, no tenga buena reputación en el exterior”.

América Latina ha sufrido mucho para construir una democracia sana y transparente. En pleno siglo XXI, no es posible que naciones hermanas estén gobernadas por caudillos populistas y narcisistas, que más que personas comprometidas con el progreso de sus sociedades, se comporten como actores de una obra teatral con buena publicidad, pésima facturación y críticas negativas.

 

 

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