El telescopio de Galileo, el observatorio de George

El telescopio de Galileo, el observatorio de George

Las dificultades de Galileo no fueron tan solo con los religiosos de su época, sino también con la incredulidad de familiares y muchas gentes a su alrededor. Algo similar probablemente le ocurriera a los primeros que afirmaron que una estrella que vemos hoy en el cielo puede haber desaparecido hace millones de años. En estos tiempos las cosas de la ciencia se discuten menos,  porque las comprendemos mejor, pero más porque a la mayoría nos da vergüenza mostrar nuestra ignorancia resistiéndonos públicamente a creerlas. Pero no son pocas las cosas científicas y tecnológicas que aceptamos por fe en los que las difunden: Google,  National Geographic o la internet. Sabemos tanto acerca de cómo funciona un celular o un televisor, como el hombre del siglo XIV sobre geografía.

En 1928, un científico de la Universidad de Princeton, explicó a la Prensa que haría una aproximación a los resultados de las elecciones presidenciales, encuestando a unas mil personas de todo el país. Fueron muchos los que lo “bufearon”, este hombre tuvo un resonante éxito y desde entonces nadie le discute la practicidad y utilidad de su método, que no es, por cierto, infalible, es hoy material de textos de investigación social.

George se hizo famoso con su técnica: Como hombre de fe se convirtió en observador y reportero de la opinión del pueblo estadounidense, asociando su nombre al de diarios de reconocida solvencia y responsabilidad social, manteniendo distancia de  intereses políticos y de productos nocivos.

Instaló un observatorio de opinión pública, compartiendo técnicas e ideas con “corresponsales” de las principales capitales del mundo. Nació así una nueva institución del sistema democrático, permitiendo a los ciudadanos conocer sus propias opiniones y situaciones, permitiéndoles compararse con los de otros niveles socio-económicos, regiones y países, y expresarse por un medio menos complejo y costoso que las elecciones y los plebiscitos.

Muchas naciones sacan sano provecho del método inaugurado por George Gallup. En otras, se han convertido en falsificadoras de las verdades públicas. La idea es servir a Dios y a los hombres, en justicia y verdad. Los estados, la sociedad civil y la ciudadanía en general, deben valorar las encuestas como elementos claves de su cultura cívica. Toda la administración pública está en el deber de auscultar a sus conciudadanos, poner este estetoscopio, como se dice, en el corazón del pueblo. Averiguar qué es lo que la gente quiere y necesita, para invitar a sus compatriotas a foros públicos, a compartir decisiones y responsabilidades sobre los temas y problemas que hay que afrontar entre todos. Quiera el Señor que podamos crear normas y controles para que las encuestas tengan un mejor uso.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas