El tema haitiano

El tema haitiano

ÁNGELA PEÑA
Parecen tener razón los que afirman que aquí el tema de la emigración haitiana sólo se ponía de moda cuando Peña Gómez estaba vivo, y en época de elecciones, como forma de cerrarle el paso a las aspiraciones presidenciales del líder, acusándolo de ser hijo de Haití, atribuyéndole supuestas intenciones de unificar la Isla. Dicen que esas campañas eran alentadas por Balaguer, aunque pocos habrán olvidado las campañas nacionalistas denunciando que Haití no es un problema dominicano. La presencia haitiana es ahora más numerosa que nunca y no se escuchan esas voces de protestas. A los cortadores de caña, buhoneros, empleados domésticos, obreros de la construcción, brujos, vuduistas, pordioseros y desempleados ambulantes se han agregado haitianos de más cachet, como taxistas, pequeños empresarios y una clase intelectual de calidad superior que está en las universidades como catedráticos y como estudiantes.

Se afirma que esta pléyade, inadvertida para esos patriotas que tanto combatieron a los vecinos negros, no sólo mira con desprecio a los criollos de niveles educativos bajos sino a sus propios paisanos, de los que prefieren mantenerse alejados, estableciendo diferencia de categoría.

Hay quienes los consideran prepotentes, pero no se preocupan tanto por su actitud de rechazo hacia el nativo y hacia su mismo color, sino por el discurso reiterado de que ésta es su tierra, de la que los dominicanos supuestamente los despojaron, prometiendo que la recuperarán. Según sus interlocutores, muchos lo dicen a la franca aunque otros, más diplomáticos, disfrazan con reflexiones de fraternidad ese rencor contra el quisqueyano. Haitianos y dominicanos deben tratarse con respeto. El haitiano tiene derecho a vivir en paz en la República, legalmente, sin incurrir en actos reñidos con la moral. Pero es injusto pisotear, burlar, insultar, amenazar, en base a una preparación profesional superior.

En tertulias intelectuales se debate “El futuro de la Nación Dominicana”, por Jean Ghasmann Bissainthe, haitiano de preparación académica inigualable, actual profesor de Intec que después de cursar estudios en la UASD y la Madre y Maestra, hizo doctorados y maestrías en Estados Unidos y Europa. El libro retrata la vida de los dominicanos en Nueva York a pesar de que tanto en su prólogo como en las conclusiones del autor se tocan los temas de la penetración haitiana, del concepto de nación. Combatido  por pensadores del patio que afirman que “quiere introducir la invasión haitiana con la mascarilla de los proyectos de integración de Hostos”, Jean es un promotor del entendimiento entre los  dos países: “La República Dominicana tiene otros retos que vencer. Pero uno de los más urgentes lo constituye la solidaridad con la República de Haití. Hay una responsabilidad colectiva que se debe asumir por los dolorosos acontecimientos históricos entre ambas naciones…”, anota.

Agrega que los liderazgos dominicano y haitiano “deben entender que algo anda mal y que el éxito de la República Dominicana sería también el éxito de Haití y viceversa. Se debe reconocer las diferencias para cambiar los patrones conductuales y resolver los problemas comunes, es decir, remediar los daños históricos al establecer una mayor relación bilateral”. No especifica si los daños son los causados por la dominación haitiana de 1822 a 1844 (daños que él no reconoce) o por la masacre trujillista de 1937. Concluye: “Exclusión, perjuicios y desconfianza no son las fuerzas influyentes en las relaciones internacionales. La solidaridad sería un medio positivo para alcanzar el progreso mutuo y asegurar un futuro mejor a todos los habitantes de la Isla de Santo Domingo”.

Hay elementos nuevos en la problemática: penetran emigrantes de otra fragancia, con preparación elevada y aspiraciones supremas, por un lado, y por otro los que están exigiendo, planteando las reglas de juego, parecen ser ahora los haitianos.

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