El temor a la brillantez ajena

El temor a la brillantez ajena

La invención de un género literario no ocurre como cuando se crea un adminículo o un “software”: puede que surja ante nuestros ojos y tardemos décadas en reconocerlo. Quizás es el caso de Federico Henríquez Gratereaux y su celebrada “novelastra”, género de su invención que es un híbrido entre ensayo y novela. “Ubres de Novelastra”, uno de los libros dominicanos más importantes, es un hito de la creación literaria dominicana.

Henríquez Gratereaux ha publicado varios de los más lúcidos y profundos ensayos sobre la dominicanidad. Por no pertenecer a ninguna de las usualmente lastimosas capillas literarias criollas, su magnífica y relevante obra como ensayista, pese a estar premiada, es habitualmente ignorada o desdeñada por muchos auto-designados “árbitros culturales”. Los mediocres temen a la brillantez ajena. 

Una excusa pobre de algunos de esos “árbitros” es que la crítica debe realizarse sólo como un ejercicio académico según los supuestos de alguna escuela, o poética, y que la misma nunca puede ser elogiosa. ¡Qué prurito más estúpido! Léase cualquier gran diario de Nueva York, París, Madrid ó Londres –cuyos críticos juzgan sólo la obra pues generalmente no conocen personalmente al autor- para comprobar todo lo contrario a lo postulado por esos pontífices sabaneros del patio…

“Ubres de Novelastra” es una tomografía axial computarizada, traducida a términos literarios, del siglo XX; así, en vez de la borrosa imagen plana de las radiografías, esta fluye en coloridas escamas o capas superpuestas. Desde Europa del este hasta nuestro Caribe, las ideas y pasiones que fueron esqueleto de gobiernos, aparecen retratadas con la aguda y acertada visión de un experto narrador, que pone en boca de deliciosos personajes la descripción de los detalles. Como ñapa, explica la filosofía evocando sin imitar al “Mundo de Sofía” del noruego Jostein Gaarder.

Los lectores de la antigua columna de don Federico conocemos hace rato a Panonia, Ladislao Ubrique, Lidia, Azuceno, Miclosz y los demás protagonistas cuyo discurrir provoca reflexiones profundas sobre la naturaleza humana y cómo el entorno la condiciona.

En “Ubres de Novelastra” don Federico rompe el esquema tradicional de la novela, y en vez de plantear una situación, armar un nudo y explicar su desenlace, lleva al lector de la mano por una brillantísima explicación del siglo XX. Merece leerse. Es de lo mejor de Henríquez Gratereaux, cuya obra anterior era de por sí excelente.

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